-Si alguna vez me has querido, aunque sea un tantito, por favor no vuelvas a hacerme esto.
Tus palabras, tu rostro, tus ojos bañados en llanto, me hicieron sentir peor que cucaracha. En la vida he causado mucho daño, y la mayoría de veces no sentí ninguna culpa. Pero verte a ti, mi muñequita, prácticamente deshecha, y todo a causa de esos excesos que no puedo controlar, es algo que desborda la copa de mi resistencia.
Me preguntaste cuántos años tengo de andar en correrías. Te sorprenderías si supieras la respuesta. Más de la mitad de tu vida. En el camino han quedado decenas de relaciones que no significaron gran cosa para mí, aunque algunas de mis parejas quedaron marcadas de por vida. Me creía muy macho luego de leer aquellos libros en los que descubrí ancestrales técnicas para complacer a una mujer. Era un don, sí. Y tenía que haberlo usado con responsabilidad. Pero no fue así. Volé por la vida, cual si fuera un picaflor. Engañándote a diestra y siniestra, confiando en que, por el inmenso amor que me tenías, no ibas a darte cuenta. ¿Recuerdas cómo te conmovía aquel mi jueguito de hacerme la víctima? Era el anzuelo que picaron muchas incautas. Me veían tan frágil, tan lleno de sufrimiento, que despertaba en ellas un incontrolable deseo de mostrarme que sí podía haber alguien que me revelara las bondades de la vida. Pero en el momento que caían en mis brazos, se liberaba la arpía que les clavaba las garras hasta arrancarles el corazón. ¡Y algunas hasta me lo agradecían! De ese don de dar placer, que dilapidé de manera miserable, hoy no queda ni el eco de un suspiro. Sembré desamor y coseché indiferencia. Creí que siempre estarías a mi lado, que me perdonarías siempre, que nuestro amor duraría hasta que la muerte nos separara. Pero todo se esfumó. De aquello que prometía ser tan bello hoy sólo quedan profundas heridas que no logran cicatrizar. No hay necesidad que lo repitas. Mi presencia te lastima, mi voz te hiere, mis caricias te repugnan. Si yo fuera tú, ya hubiera buscado la forma de acabar con ese maldito que me robó mi juventud y que no supo apreciar el tesoro de mi inocencia que le estaba entregando.
Si pudiera regresar el tiempo, si pudiera. Lo que buscaría sería no cruzarme en tu camino. Dejaría que volaras para encontrar un amor que te diera el lugar que te mereces. Pero ya es muy tarde para eso. Dos ojitos nos miran y sufren al ver nuestras peleas. Por sus dos oídos penetran cosas que nunca entre parejas deberían decirse. Sus dos manitas se empuñan impotentes por no poder detener esa violencia que estalla hasta sin motivo. Tú no tienes la culpa. Es tu reacción ante mi falta de amor. Porque el amor sin obras que lo respalden, es como un pez artificial nadando en un acuario. Podrá verse bonito, pero todos sabemos que es una burda imitación de la realidad.
Hoy, que te vi sufriendo de nuevo, sentí un inaguantable peso oprimiéndome el corazón. Y por enésima vez en muchos años, se activó esa voz interior para reprocharme que tú no mereces esto. Y que mi hijo tampoco tiene por qué sufrir a causa de mis errores. Ya no hay forma de remediar tanto daño causado. Estoy cansado. Cansado de ser esclavo de mis pasiones. Cansado de vivir con tanta culpa. Y ni el alcohol es un escape. Al contrario. Abre la puerta para que mis demonios me persigan gritando ¡Culpable! ¡Culpable! No tengo a donde huir. Sólo me queda la opción de presentarme ante el que nos evalúa del otro lado. De antemano sé que escucharé: que no pasé la prueba. Perdóname por hacer esto. Y si te digo adiós es porque me conozco. Hoy podría jurarte por el alma de mi madre que no volveré a caer, pero dentro de un día, una semana, un mes, tarde o temprano, los vicios volverán a apoderarse de mí y me arrastrarán de nuevo a lo que tú y yo odiamos. Voluntad es una palabra que no existe en mi diccionario. ¿Para qué prolongar la agonía? En uno de mis cuentos escribí que basta con un minuto de valor para terminar con una vida de cobardía. Por lo menos déjame recobrar la dignidad en ese último minuto. Tal vez mi vida tenga sentido cuando ya me haya ido.
Que Dios te bendiga. Te encargo a mi hijo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario