sábado, 10 de abril de 2010

Bendito oficio

Otro día más, ¿qué me traerá? Les juro que el sólo pensar en este ambiente hostil en el que me gano la vida, me pesa tanto levantarme. Pero soy jefe de familia y no puedo ser un irresponsable. Mi mujer y mis hijos no pueden alimentarse de mi miedo. En momentos así es cuando me arrepiento de no haber obedecido a mis padres. Por huevón me pasa esto. Si hubiera estudiado, algún mi chance tendría en una oficina. Estaría seguro, sin estarme exponiendo en las calles. Pero como siempre me gustó ser el payaso del grupo mírenme, terminé siéndolo. Hasta la vergüenza terminé perdiendo. Ahora ya ni me importa que me vean por las calles con la cara pintarrajeada. Con esta ropa floja de estridentes colores y con zapatones casi tan largos como mis piernas. Siempre que abordo un bus lo hago con la esperanza que allí me esté esperando mi suerte. Y cuando me bajo, me siento más pobre que los que quedaron allá. No le he preguntado al cuñado cómo se siente. Pero es tan cierto eso de que siempre hay alguien al que le va peor que a uno. Al pobre lo deportaron de los Estados y sólo trajo la ropa que tenía puesta. Ni oportunidad le dieron de traerse los ahorros que con tanto esfuerzo había logrado acumular. Tres años de sacrificio y a saber quién los va a aprovechar. Nada le logra quitar la tristeza. Por eso le llaman el payaso triste. Pero al menos me echa ganas. Y como dicen en mi pueblo: A dos puyas no hay toro bravo. Al irme a la calle, una preocupación no se me quita de encima. Y es que ahora medio mundo anda armado. Por eso, antes de comenzar nuestro acto, controlo al auditorio tratando de detectar algún peligro. Afortunadamente nunca nos hemos topado con uno de esos locos que sólo parecieran estar esperando un motivo para comenzar a volar plomo. La crisis hasta a nosotros nos está pegando. La gente ya casi no sale. Y los que lo hacen, apenas llevan lo necesario para su transporte de regreso y uno que otro quetzalito. Hay días que apenas sacamos para los frijoles. Yeso que somos muy convincentes. Pero que se le va a hacer, si no hay, no hay.

Ahí viene aquel. Pobre infeliz. Dice que le faltaban meses para que le dieran su green card. Ahora, en lugar de estar limpiando vidrios en esos rascacielos que de verdad pareciera que rascan las nubes, me tiene que acompañar en estas extenuantes jornadas. ¡Por un momento me asusté! Pensé que había olvidado las herramientas que hacen más creíble nuestro acto. Obviamente las mostramos hasta que es necesario. Es parte del show. Si las vieran antes, estoy seguro que la gente sin corazón se bajaría del bus para no darnos una contribución. Esta es la mejor hora. La gente va para su trabajo y como mínimo lleva lo del almuerzo. Esa sesenta y cuatro viene bien llena, así que ¡vamos pa arriba!
-Señoras y señores, niños y niñas, les ruego que presten atención a este importante mensaje. Somos pistolita y cuchillito, sus payasos asaltantes. Les suplico que pongan billeteras, relojes, anillos y celulares en la bolsa que mi socio irá pasando de fila en fila. Ni piensen en oponer resistencia porque esta es una treinta y ocho especial y no me gustaría emplearla contra ustedes.

“Dos hombres vestidos de payasos fueron acribillados ayer cuando asaltaban un bus. Los aterrorizados testigos declararon que uno de los pasajeros desenfundó su arma, les acertó varios disparos y luego huyó aprovechando la confusión. Los occisos no fueron identificados. Portaban un revolver de juguete y un cuchillo de plástico.”

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