Cuantos de nosotros, en algún momento de nuestras vidas no hemos recordado las palabras pronunciadas por el procurador de Judea cuando tenía frente a él a Jesús: ¿Qué es la verdad?
De algo estoy seguro, mi verdad no necesariamente es tu verdad y es por una simple y sencilla razón, todos hemos montado un sistema de filtros por el que pasan los estímulos externos. Estos filtros (paradigmas le dirían algunos), van elaborándose en base a las experiencias que vamos acumulando desde el momento de nacer, es algo automático e inconsciente, pero que determina nuestra reacción ante los acontecimientos y la construcción de "nuestra verdad".
Muchas veces llegamos a construir verdaderas murallas para protegernos de cualquier "amenaza" a nuestras creencias, nos volvemos dogmáticos y atacamos sin piedad a aquellos que no piensan como nosotros. Es la materialización del famoso dicho "el que no está conmigo, está contra mi". Lo vemos en el deporte, la religión, las creencias políticas, todos esos temas que son tan difíciles de conversar sin entrar en polémicas.
Te ruego un momento para que medites en esto. ¿Cómo podemos explicarnos tantas matanzas cometidas en el nombre de Dios? ¿O cómo podemos invocar el nombre de Dios para acabar con otros, que por el simple hecho de ser seres humanos, también fueron hechos a imagen y semejanza de Él? ¿O como podemos afirmar que Dios toma partido por unos, en contra de otros, si Dios es creación, amor y todas sus criaturas tienen los mismos derechos ante Él?
Ojalá algún día todos entendiéramos que somos parte de un mismo plan, que tenemos los mismos derechos y obligaciones, que nadie es superior a otro, simplemente que va en un nivel diferente de purificación, y que Dios está en todos y en Todo, pero que el mayor don que nos dio fue precisamente la libertad de elegir; que al final de cuentas sólo hay una ley universal, la del amor y que el mayor castigo que se puede tener no es la muerte o el infierno, es que a causa de nuestras decisiones se cubra esa chispa Divina que late dentro de nosotros y que quedemos, prácticamente sin la presencia de Dios.
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