domingo, 23 de mayo de 2010
Gitana
Esta semana de exámenes me absorbió el juicio, por eso vine acá a desestresarme. Luego de cuatro margaritas liberé la tensión y terminé bailando sobre la mesa. Me solté el cabello azabache, recuerdo de mi herencia gitana, y en un momento mágico, mi blusa voló por los aires. Como todas las noches él estaba allí. La miel del deseo se desbordaba por sus ojos y me atrajo como una abeja sedienta. Minutos después su lengua vibraba en mi boca. La protuberancia entre sus piernas, que yo acariciaba sin disimulo, enviaba descargas de electricidad a todo mi cuerpo. Mi sexo, húmedo y palpitante, clamaba por recibirlo.
-Conozco un lugar más tranquilo- dijo, mordiéndome la oreja. Yo solo sonreí.
Llevo una hora encerrada en el baño. Él se cansó de pedirme que saliera y se largó frustrado.
Ansiaba tanto ser poseída por él y precisamente hoy, que mis deseos estaban por cumplirse, al bajarme los jeans para aliviar mi vejiga, ese roce inconfundible contra la tela me recordó, de la manera más amarga, que la herencia gitana me había jugado una mala pasada ¡en toda la semana había olvidado rasurarme las piernas!
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Me gustó. Que final para extraordinario e inesperado. Rompe la tensión de una manera genial que te hace esbozar una amplia sonrisa
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