lunes, 17 de mayo de 2010

Visiones



Amor. ¡Cuántas locuras se cometen en tu nombre!

I
-Está finalizando el cuarto cielo y veo enormes pájaros que rugiendo vuelan con las alas rígidas en la oscuridad de la noche. De sus vientres caen enormes huevos que al tocar la tierra, arrasan con todo lo que hay alrededor. ¡Fuego! Es mucho el fuego que consume los poblados. Los muertos son incontables. Hombres, mujeres, niños, animales y plantas han quedado irreconocibles por el fuego. ¡No! ¡No deseo seguir acá!
El anciano, cubierto por un manto blanco que apenas disimulaba su extrema delgadez y con la cabeza cubierta por un tocado de plumas de colores tornasoles, comenzó a estremecerse y cayó desvanecido. Dos jóvenes corrieron hacia él. Mientras una le refrescaba la frente con un paño, la otra comenzó a darle de beber de una jícara. Luego lo recostaron con delicadeza.
No sólo ellos se encontraban en aquella cueva, apenas iluminada por dos chispeantes fogatas y en cuyo fondo, indistinguible por las tinieblas que dominaban el lugar, se escuchaba el murmullo de una catarata. Un muchacho, ataviado con un taparrabos y arrodillado sobre una estera, dibujaba extraños signos con los dedos manchados de pinturas de vivos colores. Una de las jóvenes sonriendo le preguntó.
-Coyote azulado, ¿entendiste lo que dijo el hechicero?
El aludido, limpiándose los dedos con las piedras, respondió casi en un susurro
-Mi trabajo no es entender lo que él dice, sino ponerlo en nuestras crónicas. Pero si me permites opinar, sus visiones me asustan. ¿Será que esa bebida que toma le abre las puertas hacia esas otras dimensiones y le permiten ver tantas tragedias? ¿Cómo sabremos si lo que él dice está ocurriendo en otro de esos mundos que refulgen en el cielo, o si en realidad es nuestro futuro?

II
Los temores de Coyote Azulado le acompañaban a todos lados. Cada noche preguntaba a la Diosa Luna por qué le habían escogido a él para escuchar las terribles profecías de Lengua de Víbora. Profecías que luego debía esculpir en piedra para que sus sucesores pudieran corroborar los hechos. Gracias a su oficio, varias veces había podido ver a Garra de Jaguar, el gran jefe de la tribu que gobernaba un territorio que llegaba hasta dónde el mar color turquesa se perdía en la lejanía. Al divino Garra de Jaguar no lo podía ver el pueblo. Pero el gran jefe estaba obsesionado con la construcción de la pirámide desde donde emprendería el regreso a las Pléyades que se dibujaban en el firmamento cuando hubiera concluido su misión en la tierra. Y para que las futuras generaciones confirmaran su poder y origen divino, había ordenado que todas las visiones de Lengua de Víbora fueran perpetuadas en piedra por el artista más notable de la región. Escogieron a Coyote Azulado, que desde niño se adentraba en el bosque y regresaba con portentosos dibujos de lo que había observado allí.
-Es un gran honor el que te confieren- dijo su madre, la mujer más obesa de la tribu, de quien las malas lenguas decían que había aplastado a su marido en una fogosa sesión amatoria, y a quien, desde que había quedado viuda, ningún pretendiente se había atrevido a cortejar.
Al joven quinceañero no le quedó más que obedecer.

A Lengua de Serpiente lo atendían dos doncellas. Cervatilla Veloz y Fuego de Amanecer. Cervatilla Veloz era de baja estatura, morena y de sonrisa esquiva. Casi nunca le dirigía la palabra a Coyote Azulado. En cambio Fuego de Amanecer, parecía la personificación de alguna divinidad en la tierra. Alta, de cuerpo esbelto y reluciente cabellera azabache, iluminaba con su mirada y seducía con su amabilidad. Desde el primer momento, Coyote Azulado cayó prendado ante sus encantos y comenzó a soñar con hacerla suya. Pero había un inconveniente. Garra de Jaguar la tenía destinada a ser concubina de Águila Blanca, su hijo mayor y futuro gran jefe…

La entrada a la cueva sagrada estaba totalmente prohibida. Sólo el vidente y sus ayudantes podían ingresar allá. Ni siquiera Garra de Jaguar se atrevía a desobedecer esa orden por temor a que muchas desgracias cayeran sobre la tribu. Eso fue aprovechado por Fuego de Amanecer y Coyote Azulado para convertirla en el mudo cómplice que presenciaría cómo ese tímido amor emergía de su capullo. Una tarde que Cervatilla Veloz salió a buscar una yerbas, los jóvenes degustaron las delicias de su primer beso. Tal vez la magia del lugar conspiró para que sus corazones se llenaran de valor y se juraron que vencerían todos los obstáculos con tal de envejecer juntos.

III
Como las visiones de Lengua de Víbora eran cada vez más apocalípticas (guerras, inundaciones, pestes) Garra de Jaguar ordenó que Coyote Azulado las siguiera tallando a escondidas en la gran piedra del futuro. Temiendo que con su sola proximidad, pudiera ser contaminado, el gran jefe no siguió llegando al cobertizo para supervisar el avance del trabajo.
Lengua de Víbora cada día se debilitaba más, pero se obstinaba en continuar, llevado por el ansia de desentrañar lo que los dioses develaban ante sus ojos.
Coyote Azulado y Fuego de Amanecer contaban cada día que pasaba con creciente temor. Pronto ella llegaría a la edad señalada por la tradición para que Águila Blanca, la hiciera suya.

IV
La sesión de ese día había sido particularmente difícil. Lengua de Víbora había visto los últimos kines del decimotercer bactún. Su expectativa era tan grande que quería continuar a la mayor brevedad. Sin embargo Coyote Azulado le convenció que esperara. Plasmar en la dura piedra toda la información que le habían dado le tomaría al menos una luna (lo que no confesó era que ese era el tiempo que necesitaba para completar los preparativos de huída con su amada). Lengua de Víbora aceptó a regañadientes.
A sabiendas que el jeroglífico que cerraba el decimotercer bactún sería el último que pondría en la piedra del futuro, Coyote Azulado, fue labrando los últimos de manera que el monumento no se viera inconcluso. Él sabía que hasta allí llegaría su obra, y como todo gran artista, quiso rematarla de la mejor manera.

Esa noche, la selva se tragó las siluetas de dos jóvenes que huían, dispuestos a todo, en nombre de su amor. Los guerreros enviados por Garra de Jaguar regresaron con las manos vacías. Como la pirámide sin la piedra del tiempo se vería inconclusa, el gran jefe decidió que la pusieran tal y como la había dejado Coyote Azulado. Su historia se perdió en las telarañas del tiempo, conforme los últimos miembros de la tribu fueron extinguiéndose.

Epílogo
Mil trescientos años después, millones de habitantes en el mundo esperan con temor el 21 de diciembre de 2012. Científicos, antropólogos, new-agers, videntes y charlatanes esgrimen diferentes teorías para tratar de prever lo que pasará cuando llegue el día. Como nadie ha encontrado una razón por la cual ese antiquísimo monumento de piedra, que ahora es conocido como el Calendario Maya, termina precisamente en esa fecha, han concluido que los mayas, en su inmensa sabiduría, calcularon que hasta allí llegaría nuestra era.

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