domingo, 23 de mayo de 2010
Gitana
Esta semana de exámenes me absorbió el juicio, por eso vine acá a desestresarme. Luego de cuatro margaritas liberé la tensión y terminé bailando sobre la mesa. Me solté el cabello azabache, recuerdo de mi herencia gitana, y en un momento mágico, mi blusa voló por los aires. Como todas las noches él estaba allí. La miel del deseo se desbordaba por sus ojos y me atrajo como una abeja sedienta. Minutos después su lengua vibraba en mi boca. La protuberancia entre sus piernas, que yo acariciaba sin disimulo, enviaba descargas de electricidad a todo mi cuerpo. Mi sexo, húmedo y palpitante, clamaba por recibirlo.
-Conozco un lugar más tranquilo- dijo, mordiéndome la oreja. Yo solo sonreí.
Llevo una hora encerrada en el baño. Él se cansó de pedirme que saliera y se largó frustrado.
Ansiaba tanto ser poseída por él y precisamente hoy, que mis deseos estaban por cumplirse, al bajarme los jeans para aliviar mi vejiga, ese roce inconfundible contra la tela me recordó, de la manera más amarga, que la herencia gitana me había jugado una mala pasada ¡en toda la semana había olvidado rasurarme las piernas!
sábado, 22 de mayo de 2010
Mis Antepasados
Leyenda de mis abuelos paternos
Ya corrían los primeros años del siglo XX pero aún había peninsulares que soñaban con venir al nuevo mundo en busca de fama y fortuna. Uno de ellos, de nombre Onésimo, cuyo único activo era su buena presencia (su hijo decía que lo recordaba rubio, fornido y de ojos color cielo) decidió embarcarse en busca de aventuras. No hay forma de conocer la verdadera causa, sólo sabemos que se vio obligado a desembarcar en México. Sus pasos le llevaron a un poblado del sur llamado San Cristóbal las Casas. Allí conoció a una joven llamada Valeria.
Valeria era la menor de cuatro hermanos y la única mujer. Pronto el amor brotó entre ellos y ella terminó aceptando las proposiciones de él(de seguro alentada por las promesas de lo maravillosa que sería su vida juntos). A no dudar les entró el pánico cuando comprobaron las consecuencias de su pasión y decidieron huir antes que los hermanos de ella se enteraran y decidieran cobrarse la afrenta.
En su afán de poner tierra de por medio cruzaron la frontera. O les tomó demasiado tiempo la travesía o la iniciaron cuando el embarazo ya estaba muy avanzado (esta es otra de las incógnitas que quedarán sin resolver), el hecho es que sólo alcanzaron a llegar a un caluroso departamento en la costa sur de este pequeño país. Mi padre vio la primera luz el 21 de julio de 1909 y recibió el nombre de Daniel, como podrá concluirse, era guatemalteco y específicamente escuintleco, por pura casualidad.
Menos de una década después, Onésimo continuó su periplo por las Américas dejando a Valeria abandonada en tierras extrañas y con tres chiquillos que criar. Valeria nunca regresó a México ni volvió a casarse. Entiendo que aca tuvo una vida muy dura y que a base de disciplina y sacrificios sacó adelante a sus tres hijos. Daniel fue el único que se dedicó a los estudios (uno de sus grandes dones era la inteligencia); Carlos, quien tenía un carácter más bonachón, se dedicó a taxista, y Alicia, sólo sé que hubo una tía Alicia, pero nunca se hablaba de ella, ni siquiera sé si aún vivía. También ignoro cómo abrazaron la religión evangélica, que fue en la que fueron criados los niños Salazar Muñoz.
Papá aseguraba que el abuelo había echado raíces en Costa Rica y que allí reposaban sus restos. Papá aseguraba muchas cosas.
Leyendas de mi bisabuelo y abuelo maternos
En el pueblo se hablaba con envidia de don Marcelino Zelada. Las malas lenguas decían que de la noche a la mañana había pasado a la opulencia y que cuando el dinero le comenzaba a escasear, tomaba su recua de mulas y se perdía en las montañas para regresar semanas después con las alforjas repletas de pepitas de oro. Nadie sabía en dónde recolectaba ese tesoro, lo que sí era de sobra conocido es que Marcelino derrochaba el dinero sobre todo en bebida y en conquistar nuevos amores. Así como lo obtenía sin esfuerzo, sin esfuerzo lo dilapidaba.
Dicen que pasó sus últimos días en completa miseria.
Su hijo mayor se llamaba Braulio, le pusieron así porque había nacido el 26 de marzo (en aquella época era común que los niños fueran bautizados con el nombre que el santoral indicaba para ese día. San Braulio fue víctima de una depuración que llevó a cabo uno de los papas de finales del siglo XX, de manera que los que nacimos antes de la purga gozamos de cierta exclusividad con el nombre, supongo que esto también nos exime de seguir su ejemplo de santidad). Entiendo que gracias a su responsabilidad logró rescatar un poco del dilapidado patrimonio, la finquita de café ubicada en la Costa Cuca (por Coatepeque) que se llamaba “La Concepción Zelada”. También entiendo que ya siendo el jefe de la familia se dedicó a buscar a los otros hijos de su padre y se hizo cargo de su mantenimiento. Uno de ellos resultó siendo el papá de un compañero de oficina (Lizardo, un joven brillante), de manera que Lizardo y yo teníamos cierto parentesco.
Dicen que el abuelo Braulio comenzaba a sentir afición por la bebida y parecía que seguiría los pasos de su padre. Una noche regresaba sosteniéndose a duras penas sobre su caballo cuando vio un bulto envuelto en una frazada al pie de un árbol. Picado por la curiosidad se bajó y lo tomó consigo. Conforme seguía su camino iba sintiendo que el bulto pesaba más y más. Para salir de la duda decidió destaparlo ¡y cuál no sería su sorpresa al descubrir una cara como de duende, que mostrándole las manos le dijo “¿te gustan mis uñitas?”! No está de más decir que el abuelo tomó muy en serio la lección y abandonó la bebida.
(Me han asegurado que esta historia forma parte de las leyendas que se cuentan en los pueblos, sin embargo me gusta pensar que el verdadero protagonista fue mi abuelo.)
Como ya he dicho, el abuelo pasaba la mayor parte del tiempo en su finca y allá gustaba vestirse de manta blanca. Su figura destacaba entre el resto de la gente por ser alto y delgado. Supongo que se amaron mucho con mi abuelita y que su desaparición fue un duro golpe para él ya que la sobrevivió menos de tres años. Cayó desplomado en el beneficio de la finca, víctima de un ataque al corazón.
Tiempo después comenzó a correr el rumor de que el espíritu de mi abuelo se aparecía en el beneficio. No lo llegué a escuchar personalmente, pero decían que por las noches se veía rondar una aparición por allí, vestida de pantalón y camisa blancos.
miércoles, 19 de mayo de 2010
KARMA
Dedicado a la memoria de Marco Antonio Molina T.
(Versión ganadora del segundo lugar en el Concurso de Cuentos –Mirna Mack- 2006)
I
-¡Mamá! ¡Suzie se está comiendo a Manuelita!
La joven señora se asomó y observó cómo la cachorra terrier movía su cabeza de un lado a otro, mientras retenía entre sus fauces al oscuro caparazón.
-¡Perrita traviesa, deja en paz a la tortuga!
Se trabaron en un gracioso forcejeo, por un lado la madre tratando de abrirle el hocico, por el otro la hija halándole la cola. La mascota gruñía encantada con el nuevo juego, mientras la tortuga buscaba como protegerse, ocultando su cabeza y extremidades.
Cuando por fin lograron liberarla, la niña rompió a llorar
-¡Le comió su patita! ¡Suzie le comió una pata a Manuelita!
Efectivamente, de una de sus patas traseras habían desaparecido varios dedos y en su lugar, brotaban ahora diminutas gotas de sangre.
-¡Se va a morir! ¡Mi tortuga se va a morir!
-Cálmate mi amor, le daremos medicina. Pasaremos a esa perrita malvada al patio de atrás, así dejará de molestar a tu tortuga.
A la mañana siguiente, en cuanto se levantó, la niña corrió a buscar a su mascota. En una esquina, sobre una pequeña hondonada, se veía una extraña masa oscura. Se acercó llena de curiosidad y de pronto comenzó a lanzar alaridos.
-¡Mamá! ¡Auxilio! ¡Ven pronto!
Su mamá salió del baño semidesnuda y por poco se cae al bajar las gradas. Casi sin aliento llegó hacia ella y la tomó en sus brazos.
-¡Nena! ¿Qué pasa?
La pequeña, temblando, solo atinaba a señalar la bola negra.
-¿Por eso me hiciste venir? Sólo son hormigas.
Sin embargo, luego de observarla con mayor detenimiento, también lanzó un grito.
-¡Manuelita!
Frente a sus ojos se estaba desarrollando una espeluznante escena. Las hormigas, presas de un extraño frenesí, estaban devorando a la tortuga. La mamá corrió hacia el otro extremo del jardín y regresó armada con una manguera. El chorro arrastró consigo a la mayoría de insectos, que terminaron pagando el atrevimiento con sus vidas. Usando los dedos como pinzas arrancaron a las más obstinadas atacantes que se resistían a renunciar al festín. Si algo quedaba de Manuelita, se encontraba refundido en su caparazón. En las miradas de madre e hija se reflejaba una mezcla de angustia y curiosidad. Luego de varios minutos de suspenso, el animalito finalmente asomó su cabeza.
-¡Está viva! Mami ¡Mi tortuga está viva!
-Vamos a meterla en una caja. María, llévala a tu cuarto, allí nadie la molestará.
Pasaron tres días y la niña llevó una nueva inquietud a su mamá.
-Mami, Manuelita no quiere comer, casi no se mueve...
María confirmó sus temores.
-Señora, creo que se está muriendo. Agáchese y sienta como hiede.
Un fétido olor a materia descompuesta emanaba del animal.
La madre la alzó y sin poder evitarlo, volvió a dejarla caer con un gesto de repugnancia.
-¡Está engusanada!
Los tres pares de ojos se dirigieron a la húmeda cavidad en el fondo de la caja en dónde se observaban incontables formas alargadas, como eses gordas y blancas, que se agitaban alocadamente.
-¡Mami, cúrala!
La mamá hábilmente cambió de tema.
-¿Sabías que en la juguetería acaban de recibir la cocinita que están anunciando por la televisión? ¿Quieres que vayamos a comprarla?
-¡Si! ¡Eres la mejor mamita del mundo!
Cuando la niña se alejó, María recibió instrucciones terminantes.
-No podemos hacer nada por el pobre animal. Deshazte de él y limpia bien, no vaya a ser que esa porquería nos provoque una infección.
Esa tarde, cuando la niña regresó con el juguete nuevo, la casa estaba inundada por un inconfundible olor a cloro y había desaparecido todo rastro de Manuelita.
II
La llamada sólo vino a profundizar la intranquilidad en sus corazones.
-Mamá, logré escaparme. Huyan porque de seguro llegarán a buscarme a la casa.
Llevaban casi una semana sin saber de ella. Una aterrorizada compañera les contó cómo, a la salida del colegio, hombres armados y con los rostros cubiertos, habían introducido a Luisa por la fuerza en un carro sin placas. Movieron literalmente cielo y tierra para localizarla, sin embargo todos sus esfuerzos fueron infructuosos. Nadie daba razón de la destacada jovencita que acababa de cumplir dieciocho años, cuyo delito era el de ser presidente de la asociación de estudiantes del Instituto fundado por las religiosas belgas.
La llamada pareció ser una respuesta a sus ruegos, aunque trajo consigo otro cúmulo de angustias. ¿Cómo iban a seguir su consejo? La ciudad se había convertido en una inmensa ratonera de la que pocas personas podían escapar. Las víctimas de esa infame cacería tenían un denominador común: eran simpatizantes o defensores de los desposeídos, y la familia Monsanto era conocida por su labor social. Consciente del riesgo, don Roberto, el padre, ordenó a Amparo, su esposa y a sus otros dos hijos
-Luisa tiene razón, larguémonos de aquí. En una maleta metan lo indispensable. Nos iremos a casa de mi hermana. ¡Apresúrense!
Cuando cayó la noche la aterrorizada familia había abandonado el hogar; Aunque cada uno estaba entregado a sus propias aflicciones, Julio César, el hijo menor recién entrado en la adolescencia, no dejaba de insistir para que al día siguiente fueran a recuperar sus cuadernos.
-Papá, los exámenes finales están por comenzar y no quiero perder el año.
Finalmente don Roberto autorizó que él y su madre regresaran a la casa.
Pasadas las doce, doña Amparo, con mano temblorosa, giró la llave en la cerradura. Pareció tranquilizarse al comprobar que ningún extraño había llegado durante su ausencia.
-Julito, apúrate, toma tus cuadernos y nos vamos. Me pone nerviosa estar aquí.
Estaban en el segundo piso cuando con violentos golpes derribaron la puerta. Seis hombres, armados y con los rostros cubiertos, ingresaron a la casa. La madre corrió al cuarto del jovencito y lo cubrió con su cuerpo. Cuando trató de gritar, uno de los agresores comenzó a abofetearla. Cayó al suelo con la boca llena de sangre. Un culatazo la dejó inconsciente.
El panel blanco de vidrios polarizados se detuvo dentro de la sede de Inteligencia Militar. El comando de operaciones especiales descendió con el prisionero. Julio César fue conducido al salón de interrogatorios. Lo ataron a un poste de metal, desnudo y con los ojos vendados. El adolescente no paraba de llorar.
Calculó que ya era la mañana siguiente cuando escuchó que la puerta se abría.
Ingenuamente pensó que sus captores, luego de reconocer su error, venían a liberarlo.
-¡A la orden mi sargento Tánchez!
Escuchó el pesado ruido de unas botas y sintió cómo el recinto se llenaba de un acre olor a sudor mezclado con tabaco. Sin poder evitarlo, comenzó a temblar y a lanzar gemidos.
-Así que sos el hermanito de la puta guerrillera que se nos escapó. Mirá jovencito, no tenemos nada contra ti, sólo contanos algunas cositas y te liberamos.
En un gesto espontáneo, negó con la cabeza.
Un repentino estallido sobre su cara lo tumbó al suelo. El verdugo continuó hablando.
-No te me pongás gallito. A muchos hombres hechos y derechos los he doblegado aquí. Voy a hacerte una sola pregunta y más vale que la contestés ¿En dónde estaba tu hermana cuando les llamó?
Julio César, víctima de un ataque de tos, le fue incapaz hablar. Sofocándose, jadeaba sobre el frío piso de cemento. Su interrogador le asestó una patada en el vientre que le dejó sin aire y liberó su esfínter, lo que le provocó sonoras carcajadas.
-Te lo dije patojo, si querés jugar conmigo será bajo mis reglas. Tengo tiempo y tengo el control. Tarde o temprano vas a decirme lo que quiero saber.
Tiritando y revolcándose entre sus orines, el jovencito apenas alcanzó a musitar.
-Máteme si quiere, pero no le diré nada sobre mi hermana.
El verdugo se agachó y cambió el tono de voz.
-Patojo, no me hagás las cosas difíciles. ¿Sabés que tenés la edad de un mi hijo? No creás que me complace hacer estas cosas, pero se trata de mi trabajo. ¿Por qué no colaborás y acabamos con esta mierda?
El jovencito sólo gemía.
-¡Cabrón! ¿No entendés que puedo hacerte pedazos y que aunque callés, la maldita de tu hermana no podrá seguir ocultándose de nosotros? ¿No te has puesto a pensar que ella, por andar en estupideces, provocó estas desgracias? Es una egoísta. No pensó en las consecuencias para su familia. Si no fue correcta con ustedes, ¿por qué querés serle leal? Tu único chance de salir vivo es si me contás en dónde se esconde. Te prometo que no le haremos daño, sólo necesitamos que nos aclare unas cosas. Hagamos un trato, te daré el resto del día para que lo pensés. Te mandaré comida y ropa para que veás que no somos salvajes. Mañana tempranito vendré a visitarte. Espero que ya hayás entrado en razón. Me contás lo que sabés y antes de mediodía irás camino a tu casa. ¿Estamos?
Tánchez cumplió su palabra. Esa tarde Julio César, casi perdido en un uniforme verde olivo varias tallas más grande, regresó del baño y saboreó su primera comida en muchas horas. Incluso le dieron una cobija para protegerse del frío de la noche.
Como le habían quitado la venda, pudo examinar la celda en dónde le tenían recluido. Parecía ser un subterráneo pues por las paredes, apuntaladas por vigas, la humedad se filtraba por doquier. No había ventanas y el único acceso era a través de la puerta de metal. Del techo colgaba un bombillo cuya mortecina luz fluctuaba constantemente, coincidiendo sus frecuentes bajones, con los apagados alaridos que alcanzaban a escucharse, provenientes de otros recintos en el lugar. Julio César supuso que ya había caído la noche porque los guardas en el corredor pasaban con menos frecuencia, sin embargo no pudo pegar los ojos. Las palabras de Tánchez creaban una desagradable interferencia en sus recuerdos. ¿Sería cierto eso que Luisa era una egoísta, y que con sus acciones estaba provocando esto? No, no podía ser. Ella jamás había actuado así; al contrario, constantemente buscaba cómo ayudar a los demás, aún a costa de su propio bienestar. En el seno de su hogar habían aprendido con el ejemplo, el apostolado de amar a su prójimo como a si mismos; si así se comportaban con los extraños ¿Cuánto más no haría uno de ellos por el resto de su familia? Todo era una treta, una argucia para obligarle a hablar. Poco a poco le fue invadiendo la convicción de que era un hombre muerto desde el momento que le habían conducido allí.
-¿Qué puedo hacer para que este sacrificio tenga sentido?
No tenía idea del lugar en dónde se ocultaba su hermana. Entonces, sin importar lo que le hicieran y aunque las fuerzas le abandonaran, iba a ser imposible que la denunciara. Sólo sabía que la base militar de la que Luisa había escapado quedaba cerca de la frontera con México. Con suerte se habría internado en las montañas y en un par de días atravesaría la frontera... y ya había pasado uno.
-Tengo que ganar ese día. Si logro resistir, ella completará su fuga. ¡Dios mío! Dame fuerzas para aguantar.
Una vez tomó esa resolución, se entregó a repetir sin cesar el Padrenuestro. Cuando escuchó de nuevo el ruido de la llave supo que había llegado el momento de la verdad. Con los ojos desorbitados conoció, por primera vez, el semblante de su verdugo.
El tipo era de moreno y de mediana estatura, usaba el pelo casi al rape. En los toscos rasgos de su cara, una ancha y aplastada nariz separaba a esos ojos rasgados cuya mirada rebosaba maldad. Por un momento a Julio César le pareció estar observando al modelo que habían usado para esculpir a las gigantescas cabezas que había conocido en un sitio arqueológico de la costa sur. El fornido hombre, vestía el uniforme que entre los pobladores del altiplano les había ganado el mote de “pintos”. Caminó hacia él y le preguntó.
-¿Comistes bien? ¿Dormistes bien? Ahora espero que cumplás tu parte del trato.
-No le diré nada. Nunca voy a traicionar a mi hermana.
Su respuesta trajo consigo otra bofetada. Casi de inmediato, Julio César sintió de nuevo el sabor de la sangre en su paladar.
-Mocoso desgraciado, ¿así que querés jugar al gallito? ¡Vas a arrepentirte de haberme faltado el respeto!
La cólera tiñó su rostro de un tono violáceo. Más que respirar, bufaba como toro de lidia a punto de embestir.
-¡Hijo de puta! Voy a darte una probadita para que sepás que esto no es un juego.
Corrió hacia la puerta y comenzó a patearla.
¡Soldado! ¡Vení enseguida, necesito ayuda!
Por la puerta asomó otro hombre que parecía salido del mismo molde.
-Ordene mi sargento Tánchez.
-Sujetá bien al prisionero.
El soldado lo lanzó boca abajo y se puso a horcajadas sobre él.
-Metele un trapo en la boca, no quiero que escuchen sus gritos. Estirale la mano.
Tánchez desenfundó un cuchillo con la hoja dentada, y con la meticulosidad de un artesano hizo algunos cálculos. Luego, sin mediar palabras, lo dejó caer y comenzó a aserrar sobre los dedos anular y meñique del joven. Todo el cuerpo de Julio César se tensó, sus alaridos se estrellaron contra la mordaza. La sangre comenzó a brotar a borbotones. Segundos después dos decolorados apéndices rodaron por el piso.
Tánchez encendió un cigarrillo y acercó la lumbre a las heridas.
-Así cortaremos la hemorragia, aguantate ya que sos tan hombrecito.
El contacto de la brasa le provocó un shock. Miles de luces estallaron en el cerebro de Julio César y se desvaneció.
Recuperó el sentido tirado en la celda.
Unas espantosas palpitaciones irradiaban desde el vacío en donde hasta hacía poco tenía los dedos. El dolor era tan intenso que le había paralizado medio cuerpo. Entre sollozos, sólo atinaba a suplicarle a Dios que su mami llegara pronto a consolarle. Pasó varias horas padeciendo los dolores hasta que el sueño le venció, dándole un escape temporal a sus sufrimientos.
Al despertar sintió algo extraño. De pronto comenzó a lanzar alaridos y a agitar su brazo con desesperación mientras miraba como éste se había transformado en una gigantesca masa negra que se movía como si hubiera cobrado vida propia. Una multitud de hormigas, atraídas por el aroma de la sangre, habían acudido a darse un festín. El escándalo alarmó a sus captores. La puerta se abrió y apareció Tánchez, quien al observar lo sucedido, soltó otra de sus carcajadas.
-¡Soldado traé una cubeta de agua que las negritas se están hartando al patojo!
Sin mayores miramientos le tomó el brazo y lo hundió en el agua helada. Las hormigas comenzaron a ahogarse y soltaron a su presa. Incapaz de contener la ironía, el sargento le recriminó
-Eso te sacás por tener la sangre dulce. Alborotastes a los animalitos. Que te de cargo de conciencia pues por tu culpa los tuvimos que matar.
Como Julio César no reaccionaba, continuó.
-Dejá de hacerte el mártir, esto te lo buscastes con tu intransigencia. Pero para que veás que soy una persona comprensiva, voy a darte otro chance. Decime ¿En dónde está tu hermana?
El chico bajó la cabeza y apretó los labios.
-Sos un necio. Dicen que en la vida sólo se presenta una oportunidad, yo ya te di dos. Lo siento pero no tengo tiempo para estarlo perdiendo con imbéciles como vos. Soldado, llevalo a las celdas de abajo.
-A la orden mi sargento.
Su nuevo reclusorio era tan pequeño que era imposible acostarse allí. Prácticamente era un cajón de cemento de un metro por medio de lado, no tenía luz y la escasa, que apenas disipaba la penumbra, se colaba por una rendija debajo de la puerta; por allí le pasaban una ración diaria de sopa grasosa y helada. Los reos no salían por ningún motivo de esos féretros. Tenían que satisfacer sus necesidades en la reposadera situada en una esquina. La inmundicia y los bichos invadían el lugar. Las húmedas paredes retumbaban continuamente por los alaridos que otros prisioneros daban, muchos ya entregados al escape de la locura.
Sin esperanzas de salvarse, Julio César rogaba a Dios que su hermana hubiera logrado escapar. Como sólo le quedaba el consuelo de su fe, decidió dedicar los días a rogar por sus seres queridos y a perdonar a sus verdugos.
Una implacable infección provocó que el desgarrado miembro, primero se le hinchara y luego se le comenzara, literalmente, a podrir. Acurrucado contra las húmedas paredes y presa de la fiebre, Julio César cayó en el delirio de creer que su mami llegaba en las tardes a visitarlo.
Al cabo de los días de su brazo comenzó a emerger una legión de gusanos blancos que, insaciables, fueron avanzando sobre su debilitado cuerpo.
Sus últimos momentos llegaron disfrazados de una inmensa necesidad de dormir…
Tánchez recibió la noticia cuando se aprestaba a interrogar a otra víctima.
-¿Hasta ahora se fue? Hubiera jurado que ese mierdita había muerto hacía ya rato. Métanlo en un saco y arrójenlo al pozo. Y no se olviden de echarle cal encima.
Algunos meses después, saliendo del trabajo, otro automóvil se le apareó. Dos muchachos, con semblante adolescente, le apuntaron con sus metralletas. A Tánchez le fue imposible reaccionar. Recibió más de cincuenta balazos. Su destrozado cuerpo quedó tendido sobre el timón. La esposa, transida de dolor, dio desgarradoras declaraciones a la prensa, lamentándose porque “esos desgraciados comunistas acaban con la vida de gente de bien, mi esposo lo único que hacía era ganarse honradamente el pan para su familia.” El ejército informó que el señor Manuel Tánchez era un especialista asignado a una de las bases de la capital, que se ignoraba la razón por la qué lo habían asesinado con tanta saña y que presentaban sus condolencias a su familia por la irreparable pérdida de ese honorable ciudadano, que había ofrendado su vida en el cumplimiento de su deber.
III
La tienda de mascotas recién había abierto cuando entraron una joven mamá con su pequeña. La niña, dando brincos se dirigió hacia la caja de cristal desde donde varias tortugas observaban impasibles el paso de las horas. Luego de un atento examen, señaló a la que tenía una curiosa cabeza cuadrada, ojos achinados y cuyo caparazón recordaba vagamente el camuflaje de los uniformes militares. Al poco tiempo, el pequeño animal se dirigía a su nuevo hogar y a consumar su ineludible destino.
-Mami, ya decidí cómo voy a llamarla. Le pondré Manuelita.
-¿Por qué quieres ponerle ese nombre mi amor?
-Desde que la vi, sentí que ese era el nombre perfecto.
martes, 18 de mayo de 2010
El Viaje
24 de enero
(Despertaste en este lugar oscuro y húmedo, no recuerdas quién eres... que has hecho hasta ahora, ni siquiera reconoces tu cuerpo. Sólo te queda esperar.)
Comentan los medios:
“Las estadísticas muestran que el número de secuestros ha ido en aumento... Se hacen esfuerzos extraordinarios para desarticular a las bandas ya identificadas, con resultados desalentadores... El Ministro de Gobernación indicó que no cuentan con los recursos y el personal capacitado para lograr los resultados que la población exige... El director de la Policía Nacional indicó que la falta de colaboración de las familias de los plagiados dificulta resolver los casos...”
“Los jueces reciben presiones y amenazas para que liberen a los sindicados de secuestro... Una agencia privada de investigación reveló que las autoridades cuentan con evidencias concretas de la estructura y modo de operación de las bandas pero se ignora por que no actúan contra ellos...”
“Se informó que este país ocupa el segundo lugar a nivel mundial en número de secuestros... Las cárceles no ofrecen ninguna seguridad. El año pasado se fugaron varios individuos condenados por secuestradores sin que se estableciera cómo lo lograron...”
“Normalmente las víctimas de secuestro no se presentan a declarar en los juicios. Un siquiatra indicó que esto les obliga a revivir los traumas que pasaron durante el cautiverio y que han sido muy difíciles de superar. Además, debido a la facilidad con que los presuntos secuestradores recobran su libertad, se busca evitar el riesgo de represalias... “
“La última encuesta sobre problemas nacionales colocó el tema de falta de seguridad por encima los aspectos económicos, de salud o de educación...”
24 de febrero
(Conforme los días transcurren, pasas la mayor parte del tiempo durmiendo. Escuchas voces pero no eres capaz de reconocer las palabras, te sientes muy débil, tu único pensamiento es sobrevivir.)
Comentan los expertos:
“Las bandas de secuestradores se organizan en células independientes, nadie conoce a todos los miembros de la organización...”
“Generalmente un grupo investiga a la víctima potencial, su rutina de vida y posibilidades financieras; otros forman el comando que se encarga de su captura, está el grupo que lo custodia y los negociadores. Las bandas mejor organizadas cuentan con grupos de apoyo que proporcionan vehículos, armas y en algunos casos, uniformes; también cuentan con miembros infiltrados en la Policía, el Ministerio Público y los Bancos.”
“Toda la organización responde a un líder: Nadie lo conoce pero sus órdenes se siguen al pié de la letra. Ningún movimiento puede darse sin que el líder lo haya aprobado. El líder decide en qué momento se cierra la negociación del rescate, cómo se distribuirá el dinero obtenido, así como aquellos casos en los que la víctima debe ser eliminada. Generalmente al líder le gusta que lo identifiquen con algún grado militar: el Comandante, el Mayor, el Coronel... La disciplina dentro de la banda es absoluta y las faltas que pongan en peligro la seguridad del grupo se castigan con la muerte. Los contactos con la víctima se mantienen al mínimo para eliminar posibles pistas que permitan su identificación, incluso la voz se disfraza...”
“Hay toda una infraestructura logística detrás de la operación, los sitios de reclusión se construyen en lugares en donde los movimientos de personas y vehículos pasen desapercibidos. Además se busca que tenga varias vías de escape. Muchas veces al secuestrado lo tienen en subterráneos con accesos disimulados, en los que no penetra la luz. Se ha sabido que algunas bandas para controlar mejor a sus víctimas les dan sedantes en la comida."
24 de marzo
(Gradualmente te has ido acostumbrado al lugar, a su oscuridad y su silencio, a tu soledad y tu silencio. Sin embargo tu cerebro se mantiene activo. Una de tus distracciones favoritas es tratar de adivinar qué pasa afuera con los pocos indicios que te llegan. Como no recuerdas nada, ignoras si estás mejor o peor que antes, sin embargo vas acumulando muchas preguntas sin respuesta ¿por qué estás aquí? ¿por qué la soledad y el silencio? ¿irá a ser esta tu vida para siempre?)
Comentan los expertos:
"Por lo que se conoce, el tiempo promedio del cautiverio es de cuarenta días, pero depende de la fluidez en la negociación... Normalmente, el primer contacto con la familia se hace dentro de las veinticuatro horas siguientes a la captura. En esta primera llamada, el negociador proporciona un seudónimo de identificación. Es una comunicación corta y concreta: se amenaza con eliminar al secuestrado si no se cumplen las condiciones o si se avisa a la policía, y se fijan la fecha y hora de la siguiente llamada.”
“La negociación es una guerra sicológica. Los secuestradores no llaman a las horas pactadas para crear ansiedad en la familia. Piden sumas irracionalmente altas y amenazan constantemente con eliminar a la víctima. La contraparte debe mantener la calma y no perder de vista el objetivo final... la liberación del secuestrado.”
“Es mejor dejar la negociación en manos de expertos. En el país existen grupos de apoyo que se encargan del proceso. Estos grupos han identificado a las principales bandas por su manera de operación: la forma del secuestro, la voz y el estilo del negociador, etc.”
“El primer paso es exigir continuamente pruebas de vida. Contrario a lo que pudiera pensarse, las fotos y las cintas grabadas, solas, no son tan concluyentes como cuando van acompañadas de respuestas a preguntas personales concretas y sorpresivas, pues para obtenerlas es necesario que la persona se encuentre en el completo uso de sus facultades.”
“Se ha sabido de casos en los que, ya sea por la violencia del secuestro o por el shock emocional que esto causa, la víctima pierde la memoria, suceso que prolonga la negociación. Como el tiempo corre en contra de los secuestradores y ellos lo saben, si el proceso se prolonga demasiado, eliminan a la víctima y consuman un nuevo crimen. La vida de este ser humano depende de lo que se diga en cada llamada."
24 de abril
(El control de tu mente es clave para manejar la situación. Pero en qué puedes concentrar tus pensamientos si todo recuerdo ha sido borrado de tu memoria. Como no hay nada externo que te de una clave, debes buscarla dentro de tí).
Comentan los siquiatras:
“No todas las personas pueden sobreponerse a la experiencia del secuestro de la misma manera. Los estudios sobre el comportamiento de los prisioneros de guerra en Vietnam concluyeron que la clave para no sucumbir al trauma de años de cárcel y vejaciones estuvo en controlar la mente; no dejar espacio por donde penetraran pensamientos negativos o de temor.”
“Una manera de lograrlo fue visualizarse fuera de su prisión. Revivir los momentos agradables. Hacer planes para el futuro. Varios ex-prisioneros, años después, se convirtieron en personas de éxito pues ejecutaron los planes que minuciosamente desarrollaron durante su cautiverio.”
“Cuentan que lo más difícil era luchar contra la presión de los captores, quienes trataban de destruir la moral de sus víctimas buscando convencerles que su país, su familia y sus amigos los habían abandonado, que no les importaba su suerte... Esta es la razón por la que muchas veces podía observarse un cambio en el tono de las llamadas, cartas o videos que se recibían de los prisioneros; iban pasando de la súplica al rencor por la aparente indiferencia hacia su caso... Ello también produjo deserciones y suicidios en aquellos que no pudieron encontrar una razón para continuar aguantando. Como no hay manera de establecer comunicación, el prisionero debe hacer acopio de una gran fuerza interior."
24 de mayo
(Continuas vivo, alguien cuida de tí. A través de las paredes has escuchado su voz. Hay algo en su tono que te da la seguridad que estando ella presente no podrán hacerte daño.)
Comentan los expertos:
“¿Cuál es el papel de la mujer en las bandas de secuestradores? En la mayoría de casos se trata de grupos familiares, ellas desarrollan las labores domésticas tradicionales, pero a menudo tienen un rol más activo, son correos, proporcionan la pantalla para cubrir los movimientos de la banda y participan en algunas actividades operativas.”
“Se conocen al menos dos casos en los que el jefe de la banda ha sido una mujer. No se conoce el impacto que esto tiene en el manejo de los casos. Algunos opinan que una mujer puede más fácilmente ceder a sus emociones y a la presión de las circunstancias, lo que cierra el espacio para la negociación. Otros califican de machista a la opinión anterior, argumentan que si esa tesis fuera cierta, las mujeres no habrían podido asumir ninguna posición ejecutiva, ni se hubieran dado casos de mujeres al frente de gobiernos importantes. Más bien concluyen que si una mujer está al frente de una banda, forzosamente fue el resultado de un proceso de selección previa y que por lo tanto, está tan capacitada para llevar la carga del liderazgo como cualquier hombre."
24 de junio
(No todo puede ser tan malo. Estas vivo, contrario a lo que pudiera pensarse, te sientes cada vez más fuerte. En el limitado universo de tus recuerdos, no conservas experiencias desagradables. Tienes la impresión que allá afuera las cosas son mucho más complicadas. ¿Qué pasaría si por tu propia voluntad decides quedarte aquí para siempre? Además sientes algo especial por quien te cuida, el tiempo pasado aquí, ha creado un vínculo entre ambos).
Comentan los expertos:
“El Síndrome de Estocolmo se presenta cuando las víctimas de secuestro pasan a una etapa de identificación con sus captores, los sentimientos se transforman, se crean verdaderos lazos de amistad, el secuestrado casi se integra a la banda, abraza su causa y trata de serles útil. Este proceso también puede entorpecer la negociación pues el mismo secuestrado apoya a la banda en demandas adicionales con el único objetivo de prolongar su estadía con ellos.”
“Estos son los casos más difíciles de manejar, pues luego de su liberación, el secuestrado debe pasar por un proceso de desprogramación. El problema es que no pueden garantizarse resultados positivos. El caso se dificulta si la persona cuenta con inteligencia superior a la media (como es el perfil de muchas de las víctimas de secuestro), pues muestran un convencimiento cercano al fanatismo para defender sus recién adquiridas ideas. Obviamente una persona así es el peor testigo que la fiscalía puede tener para buscar la condena de los secuestradores."
24 de julio
(La ausencia de recuerdos o contactos y la búsqueda de respuestas en tu interior te han llevado a concluir que todo responde a cierto orden y que el mismo debe respetarse. En algún momento pensaste que con la fuerza acelerarías tu salida, pero te convenciste que ese no es el camino. La violencia sólo engendra violencia; por lo tanto renunciaste a ella. El llegar a esa conclusión colocó tus pensamientos en otro plano y una inmensa sensación de paz inundó tu ser.)
Artículo encontrado en Google:
"Extracto de un manuscrito de la Edad Media recién descubierto:
Hace mil años nos dijeron que si un hombre tuviera la fe del tamaño de un grano de mostaza, podría mover montañas. Esto no lo logrará con la fuerza o el poder... Por eso el hombre debe abandonar su orgullo y ponerse en manos de Dios, el Supremo Creador. Su corazón debe aceptar como una forma de vida aquella parte de la oración -hágase Tu voluntad-, para concentrar las infinitas fuerzas del universo en su favor y que los imposibles se vuelvan realidad...
La fe y el egoísmo, como el agua y el aceite, no pueden mezclarse. Somos una humanidad, todos tenemos el mismo Padre y este Padre nos ama a todos por igual. Si nosotros, sus hijos, oramos para que El resuelva nuestro problema individual, nuestra oración se quedará al final de la fila. ¿Por qué? Muy sencillo, vamos en contra de la ley universal de compartir. Cuando nuestras solicitudes y bendiciones van hacia otros, esa energía positiva circula, va potenciándose y cada uno recibe más de lo que dio... Porque la labor creadora de Dios es la antítesis del egoísmo, los recursos ilimitados del universo están a nuestra disposición si los empleamos para el bien común.
Cuando la humanidad deje de lamentarse por su situación, cuando humildemente reconozcamos que somos parte de una armonía universal que debemos respetar, cuando desde el fondo de nuestro corazón demos gracias por todo lo que se nos ha dado, cuando aceptemos que la verdadera riqueza está en dar pues así la energía cósmica circula y se multiplica, entonces estaremos preparados para avanzar al siguiente grado de evolución..."
24 de agosto
Comentan los medios:
"Las autoridades informaron que se llevó a cabo un amplio operativo para desarticular bandas de secuestradores. Como resultado del apoyo recibido de Inteligencia Militar se localizaron cuatro de las más peligrosas. En coordinación con la Policía Nacional y la Fiscalía se montó una operación sorpresiva en la que se logró capturar a treinta y dos sospechosos, se incautó una gran cantidad de evidencia (fotografías, grabaciones, cuentas bancarias, armas, uniformes, etc.) que se espera sirvan para lograr su condena.”
“El Ministro de Gobernación convocó a una conferencia de prensa en la que explicó detalles del operativo así como el modus operandi de cada una de las bandas. Desafortunadamente se tuvo que lamentar que al tomar por asalto una de las casas de seguridad, los delincuentes que la custodiaban pusieron resistencia. Al verse perdidos, detonaron varias cargas explosivas que destruyeron completamente la propiedad. Además de los cadáveres de los cinco secuestradores, las fuerzas de seguridad localizaron sin vida a un profesional y un niño que permanecían secuestrados.”
Comentan los expertos:
“A pesar del éxito de esta operación, no se logró desarticular totalmente a las bandas, ni se logró la captura de ninguno de los cerebros que las dirigen, por lo tanto debe temerse por la vida de los secuestrados que aún tienen en su poder."
24 de septiembre
Súbitamente un destello y un mensaje.
Se te dijo que todos tenemos una razón por la que se nos envió. Algunos al salir la olvidan y pasan ese breve intervalo entre el nacimiento y la muerte al que se le llama vida, sin aportar nada a la evolución humana. Tendrán que volver y volver hasta que lleven a cabo su misión.
Ahora es tu turno, sólo se te pide obedecer la ley universal del amor, que es la manifestación más pura de la presencia de Dios.
Se te dijo que la señal para reconocer a aquellos hijos de Dios que no han olvidado su misión es que respetan las leyes eternas que rigen en todos los universos...
Que Dios no está en un ritual, un libro o un lugar... Dios es todo, por lo tanto está en todo y dentro de todos. Que al crearnos nos dio la libertad de elegir, El siempre estará a tu lado, pero se manifestará hasta que cada uno le llame...
A la humanidad todavía le queda mucho camino por recorrer.
Que el hombre ha pretendido adueñarse de Dios, y que en su intolerancia bañó la tierra con la sangre de aquellos sus hermanos cuya única falta había sido la de no pensar como él.
Pero que Dios, en cada amanecer, nos da una nueva oportunidad de empezar, de lavar nuestras culpas y de encontrar el sendero.
Se te dijo que hay muchos caminos para llegar a El, que a todos nos toca el peregrinaje... muchos caminos, arduos caminos, pero un solo y glorioso destino final.
Que necesitabas volver a un estado puro e inocente como el de un niño para que se te revelara esta verdad.
Que tendrás muchos obstáculos, para que este mensaje se divulgue, pues al salir de aquí encontrarás a los que olvidaron la misión, los defensores del orden establecido, los que crearon falsos dioses del materialismo y del poder que te considerarán una amenaza para ellos y tratarán de silenciarte por cualquier medio.
Pero Dios estará contigo, y si perseveras, algún día, serás recordado como uno de los mensajeros de la nueva era, uno de aquellos que ayudó al mundo a cambiar. Este mundo que tanto lo necesita, esta humanidad que está harta y ansía volver a Dios, pero que no recuerda su misión.
Se te dijo que eres el último eslabón de un proceso que se inició cuando se implantó la chispa divina en el primero de tu especie. Como todos los que te precedieron, se espera que lleves a otros espíritus la buena nueva, pues a pesar que muchos le han vuelto la espalda, Dios está dispuesto a seguir enviando el mensaje, pues El es esperanza eterna, optimismo eterno, vida eterna.
Sí, ya estás preparado... depende de ti, que al salir, cumplas con la misión que se te encomendado en este viaje.).
24 de octubre
(¿A dónde te llevan? Presientes que la hora de abandonar el refugio ha llegado. Te asaltan sentimientos encontrados, tal vez el camino más fácil sería olvidar la misión, quedarte aquí, no seguir con el viaje y obviar el problema. Pero algo te impulsa a salir, te empujan por un tunel estrecho...
De pronto una luz te ciega... escuchas voces alteradas... te golpean... Sabías que el camino sería duro, pero no esperabas que fuera así desde el inicio... lo único que puedes hacer es llorar... Concéntrate, ¡trata de no olvidar tu misión!)
Lo logramos señora, un esfuerzo más por favor. Gracias a Dios todo salió bien... ¡es un niño!
Amado Dios: Gracias por enviarnos a este niño.
En nombre de sus antepasados y de las generaciones por venir le damos la bienvenida al mundo y a la comunidad de las almas que respetamos Tus leyes. Te pedimos que nos des la sabiduría y la fuerza para guiarlo por Tus caminos en los primeros años de su vida.
Que se le permita la revelación de Tu verdad para que pueda llevar Tu mensaje a sus hermanos y hermanas.
Bendice por favor a este fruto de nuestro amor y permite que, una vez concluida su misión, pueda descansar gozando de Tu presencia.
Porque somos parte de Tí, y algún día volveremos a Tí.
Así sea.
Y una estrella fugaz atravesó el firmamento trazando una sonrisa de luz.
Conciencia
I
Roxana supo que vivía sus últimos momentos cuando oculta en aquel oscuro rincón, sintió la fría mirada del verdugo que se aprestaba a lanzar el golpe definitivo. Dejaba a sus herederos condenados al calvario de mantenerse escondidos, perseguidos, desapercibidos a la indiferente mayoría de habitantes de ese país. Listos para continuar engrosando la inacabable lista de víctimas de las brigadas de exterminio que operaban bajo la complacencia del gobierno.
En ese último instante se encogió y cerró los ojos. Un certero golpe puso fin a sus desgracias. Su ejecutor, con gesto de satisfacción, observó con mirada impasible los despojos de quien hasta hacía poco había sido el objeto de su persecución. Luego se alejó. La palabra remordimiento no existía en su vocabulario. Estaba inmerso en los vaivenes de una sociedad que había perdido el respeto a los valores más elementales. Muchas veces, entre amigos y sin el menor recato, se vanagloriaban calculando quién de ellos había liquidado más de esos marginados. Y en una incoherente cadena de ironías, en pocas horas, durante el desayuno, criticarían con su cónyuge la incapacidad del gobierno para controlar la violencia.
(Ella era algo más que su cómplice. En los momentos en que su voluntad flaqueaba y abría la puerta a las dudas sobre si debía proseguir las matanzas, ella le alentaba a continuar. Lo retaba recordándole que los maridos de sus amigas formaban parte de los escuadrones de exterminio. No dudaba en calificar a los marginados de “peste que debía aniquilarse”. Pocos podrían imaginarse que ese profesional de la contaduría al regresar por las noches a su casa, se despojaba del disfraz de hombre maduro y sereno para convertirse en un despiadado asesino. Él, que se consideraba un esposo y padre responsable, en el momento de la verdad no había dudado un segundo en contribuir a engrosar la lista de huérfanos del país.)
II
Roxana vino al mundo como resultado de un parto múltiple. Desde pequeña asistió a las reuniones que la comunidad celebraba al abrigo de lugares oscuros y en altas horas de la noche. Los líderes recalcaban las reglas básicas de sobrevivencia, mismas que regían el comportamiento de todas las colonias asentadas en la ciudad: No dejarse ver, no dejarse oír, no dejar ningún rastro de su presencia. También les inculcaban el principio de sacrificarse por la comunidad:
-Si los descubren, huyan en dirección contraria a la colonia. Venimos al mundo marcados con un desgraciado destino y tarde o temprano sufriremos una muerte violenta. Si les llega ese momento, que su sacrificio no sea en vano.
A causa del invasor las comunidades sobrevivían en el umbral de la miseria.
(Llamaremos a las cosas por su nombre. Robaban porque ningún invasor se mostraba dispuesto a establecer relaciones con ellos y tampoco les permitían el acceso a los servicios básicos que proporcionaba el Estado. Los invasores, únicos ciudadanos reconocidos por la Constitución, y los clandestinos marginados, convivían en dos mundos paralelos, conociendo y repudiando la existencia uno del otro.)
La pequeña Roxana, Rochy como le llamaban cariñosamente, conservaba un imborrable recuerdo de su niñez.
Todo comenzó una noche. Se habían reunido para celebrar el fin de la temporada de lluvias y a la vez aprovecharon para presentar a los miembros de la comunidad nacidos durante el invierno. Una vez terminada la cena varios jóvenes, Roxana entre ellos, se lanzaron a recorrer los alrededores. Sin darse cuenta se adentraron por aquellos territorios que los adultos les habían prohibido frecuentar. Su falta de experiencia, el jolgorio del grupo y la atracción de lo vedado, se conjugaron en una fórmula letal.
De repente, un estallido de luz les encegueció.
La mayoría se dispersó lejos de la colonia pero algunos pequeños olvidaron la regla fundamental y buscaron la protección de sus padres. A los invasores les bastó con seguirlos para descubrir el refugio que con tanto cuidado se había construido y que hasta ese día había pasado desapercibido.
Lo único lamentable esa noche fue la dura reprimenda que los jóvenes recibieron conforme fueron regresando. Se declaró alerta máxima y se redobló la vigilancia. Con la llegada del sol, y en vista que nada pasó, los líderes ordenaron que se retiraran a descansar. Era el momento que Roxana había estado esperando. En cuanto pudo se escabulló del campamento y se dirigió al lugar que habían visitado la noche anterior.
-Que descuidada fui. Debo encontrarlo. Si mis padres se enteran...
De pronto el estruendo de unos pasos la obligó a esconderse. Al sentirse a salvo se asomó y observó a un puñado de enemigos que, en tanto avanzaban, ocultaban sus caras con máscaras de hule. Vestían uniformes diferentes a los que ella conocía y por eso concluyó que se trataba de alguna unidad especial de combate. Otra cosa que llamó su atención fue que estos comandos tampoco portaban armas convencionales, en su lugar llevaban pesados tanques a sus espaldas. Las mangueras que de allí emergían semejaban serpientes enroscadas sobre sus hombros. Sin poder evitarlo, amargas lágrimas de frustración comenzaron a resbalar por su rostro ya que no podía hacer nada para alertar a su comunidad.
Los profesionales del exterminio rodearon la colonia y bloquearon las rutas de escape. A una señal del comandante giraron las llaves de los tanques. Un gas blanquecino, certeramente dirigido, comenzó a difundirse por el área en dónde descansaban sus víctimas.
Aunque Roxana se encontraba a buena distancia, casi de inmediato comenzó a sentir un insoportable ardor al respirar. Se lanzó a buscar un lugar ventilado. Las fuerzas le abandonaban. Sus debilitadas extremidades apenas lograban sostenerla. Hubo un momento en que casi se dio por vencida pues estaba a punto de caer al vacío.
-¡Es el fin, no puedo más!
Pero prevaleció su instinto de sobrevivencia. Se desmayó cuando finalmente llegó a la cima. Abrió los ojos cuando la luz de la luna dibujaba tenebrosos reflejos sobre el solitario lugar. Roxana soltó el llanto. Su pequeño cuerpo se convulsionaba de dolor y de miedo. Incontables veces lo había escuchado en las pláticas, pero nada le había preparado para la dureza de lo que estaba viviendo. Una terrible incertidumbre la invadía ¿Cómo sobreviviría a esto?
El dolor por la pérdida de sus seres queridos se agravaba por algo más. Ellos sabían que los enemigos limpiaban meticulosamente el área en dónde cometían las masacres. Su sadismo era tal que hasta les privaban del consuelo de poder visitar una tumba y honrar los restos de los caídos.
Permaneció en su escondite por casi una semana. Al sentir que desfallecía se vio obligada a tomar una decisión: o moría de sed allá arriba o corría el riesgo y bajaba. Haciendo un supremo esfuerzo para vencer el terror, comenzó a descender. Cuando llegó a la explanada, se dirigió al que había sido su hogar. Los residuos del gas volvieron a provocarle ardores pero Roxana iba decidida a no retroceder. Se introdujo por el pasadizo que conducía al campamento y una escalofriante escena la dejó sin aliento.
¡El cadáver de uno de sus vecinos yacía petrificado, prendido de una red!
Con los ojos anegados en llanto le reconoció. Era un anciano al que todos respetaban porque siempre tenía una palabra amable, un consejo y un confite para los más jóvenes. Tal vez en otras comunidades más civilizadas le hubieran guardado las consideraciones inherentes a su edad, pero ese no era el caso de sus oponentes. La mejor forma de describir lo que encontró del anciano era que de él sólo quedaba un cascarón tieso. Sus carnes habían sido devoradas por las alimañas que merodeaban por el campamento.
Roxana acarició los restos de una de sus manos y musitó una palabras agradeciéndole sus enseñanzas y su cariño.
Fue el único cadáver que encontró. De nuevo los invasores habían borrado toda evidencia de sus atrocidades. Los restos del anciano habían escapado a la limpieza realizada y quedaron como un macabro testimonio de las vidas que habían sido segadas en el lugar.
Llegó hasta la que había sido su casa, que ahora estaba invadida por un pesado silencio. Se acostó en su cama, clavó la mirada en el techo y trató de ordenar sus ideas. Pasadas varias horas se incorporó dispuesta a superar los obstáculos que se le fueran presentando con tal de preservar su especie. Tenía claro que necesitaba integrarse a otra colonia. Si seguía vagando sola, sus probabilidades de sobrevivir eran prácticamente nulas. Luego de sopesar diferentes opciones, recordó que en las afueras de la ciudad vivían unos familiares lejanos y decidió buscarlos. Emprendió su travesía orientándose por la posición de las estrellas; ocultándose en improvisados refugios durante el día. Tras caminar varias jornadas divisó, disimulada entre los centenarios árboles que rodeaban a la ciudad, a la colonia que buscaba.
Su extraña apariencia hizo que la recibieran con recelo.
(Cómo había permanecido escondida casi toda su vida su tez era mucho más clara que la de sus congéneres del campo quienes, por no tener la presión de ocultarse constantemente, lucían un saludable bronceado.)
Roxana estaba en el florecer de su juventud y la naturaleza había sido generosa con ella. Su agraciada figura provocó más de un suspiro entre los solteros del lugar. César, el primogénito del líder de la colonia, un joven de fuerte constitución y mirada resuelta (un verdadero macho, como comentaban con ojos brillando de emoción las jóvenes casaderas del lugar), usó sus influencias para que se autorizara su permanencia.
A Roxana tampoco le fueron indiferentes los encantos del galán. Luego de un corto romance los jóvenes solicitaron permiso para continuar su vida en pareja. En cuanto lo recibieron, se trasladaron a la vivienda que él había construido.
Pasaron los días y sólo un tema nublaba la felicidad del nuevo hogar. Contrario a lo que Roxana ambicionaba, César se mostraba renuente a encargar descendencia. Desesperada consultó con sus amigos quienes le explicaron.
-Él sueña con irse a la ciudad. Si se llenan de hijos ya no podrían mudarse.
Roxana decidió armarse de paciencia.
Caminaban por el bosque cuando César cobró ánimos y le externó sus ambiciones.
-Amor, si queremos un futuro mejor debemos buscarlo fuera de aquí. No me pongas esa carita. He escuchado miles de historias sobre las privaciones que se pasan en la ciudad, sin embargo soy joven, fuerte y decidido. Estoy seguro que triunfaré. Quiero para mis hijos un destino mejor. No concibo mayor frustración que verlos crecer siendo unos campesinos ignorantes como yo. Estoy seguro que con tu experiencia y mi astucia superaremos cualquier obstáculo. Te ruego que me apoyes. No quisiera llegar a viejo lamentándome por no haberlo intentado.
Roxana pasó varios días presa de sentimientos encontrados, finalmente decidió apoyarlo.
En un desesperado intento por diferir la tragedia, que su atribulado corazón le recordaba que tarde o temprano tendrían que enfrentar, lo convenció de buscar acomodo en uno de los nuevos suburbios que aún estaban poco habitados por los invasores. Él aceptó y por un tiempo disfrutaron de tranquilidad y abundancia. César, una vez cumplidos sus anhelos, estuvo anuente a realizar los de ella. Al poco tiempo Roxana percibió las inconfundibles señales de su inminente maternidad.
Los cuatro retoños colmaron de felicidad al joven hogar. César asumió con entusiasmo sus nuevas responsabilidades, multiplicándose para proveer lo necesario para su familia. Ella permanecía en casa cuidando a los pequeños. Aunque prodigaba las mismas atenciones a los cuatro, no ocultaba su preferencia por Tito, el único varón y quien era el vivo retrato de su padre.
El tiempo se fue volando y pronto los críos tuvieron edad suficiente para realizar su primera excursión nocturna. Como en un sueño, Roxana se encontró repitiendo los mismos consejos que tiempo atrás había recibido de sus mayores. Al caer la noche la familia en pleno salió de su escondrijo. Las tres jovencitas caminaban detrás de su madre. Tito se deslizaba al lado de su padre, explorando los lugares más alejados. La expedición les fue propicia ya que esa noche descubrieron un depósito de provisiones de los invasores.
A partir de ese día Tito acompañó a César en sus correrías nocturnas, lo que acongojaba a Roxana. La tranquilidad del hogar se alteraba cada vez que ella le planteaba sus temores a César.
-Siempre te dije que vendría a triunfar, mira cómo nuestro muchacho se ha adaptado a ésta vida. No puedes negarme que gracias a nuestra osadía ahora disfrutamos de mayores comodidades.
-Tienes razón, pero no se descuiden tanto. Recuerda que hay ciertas reglas...
-¡Reglas! Dime ¿Acaso las reglas salvaron a tu familia? La única regla que conozco es la de luchar para realizar tus sueños. Riesgos siempre ha habido y siempre los habrá. ¿Por qué no confías en nuestra fuerza y astucia? Los invasores se apropiaron de lo que nos pertenecía porque les dejamos el camino libre, siempre hemos preferido escondernos y huir. Si ni nosotros confiamos en nuestras capacidades ¿Quién lo hará?
Una noche el emocionado Tito regresó contando cómo, junto a su padre, habían logrado que un invasor huyera.
-Estábamos tomando provisiones de aquel depósito que ustedes conocen, cuando se encendieron las luces. Un invasor, al que no habíamos sentido llegar, nos observaba con los ojos bien abiertos. Se trataba de un niño y aunque me aventajaba en tamaño, decidí no mostrarle temor. Comencé a moverme hacia él mirándole fijamente. Cuando estaba a menos de un metro tensé mi cuerpo y con gestos le reté a luchar, y ¿adivina qué pasó?... ¡Salió corriendo dando de gritos! Esa reacción me permitió comprobar que la teoría de papá es correcta. Nos explotan porque nos hemos dejado. Los invasores nos temen tanto o más que nosotros a ellos.
Sus hermanas lo veían con admiración mientras Tito hinchaba el pecho.
-Mamá, si hubieras visto el terror reflejado en sus ojos cuando levantaba mis brazos velludos retándolo a luchar. ¡Fue algo increíble! A cada paso que daba, él se cubría los ojos y retrocedía.
(Roxana sabía que en la milenaria guerra que venían librando, alguna vez habían logrado pequeños triunfos. Pero no recordaba un solo caso en el que hubieran recuperado algún territorio ocupado por los invasores.)
-Mi amor, estoy segura que así fue y que con tu agilidad hubieras tenido un buen chance de vencerlo, pero recuerda que ese niño estaba desarmado. Ellos cuentan con una tecnología superior. Estamos a merced de sus sofisticadas armas, por eso no nos conviene provocarles.
César intervino.
-Jovencito, escucha los consejos de tu madre y prométenos que no vas a andar por allí haciendo locuras.
A regañadientes Tito se comprometió a no tomar ninguna iniciativa que pudiera poner en peligro su vida o la de su familia.
(Dos días después, sin que Roxana o los suyos se enteraran, los enmascarados con tanques a la espalda, reaparecieron.)
Ajenos a ello, César y Tito organizaron su incursión semanal. Cuando se estaban despidiendo, Roxana sintió un desesperado llamado de su corazón: ¡No los dejes marcharse!
-Por favor cuídense mucho. Prométanme que retrocederán ante la menor señal de peligro.
Iba a continuar pero la dura mirada de César la detuvo.
Quedó grabada en su memoria la escena de ambos, con el mismo característico caminado, alejándose sonrientes.
Como de costumbre se colaron por debajo de la puerta y sin perder tiempo comenzaron a recolectar lo que necesitaban. Pasados algunos minutos Tito dejó de hurgar entre las cajas. Un profundo silencio le rodeaba. Algo no encajaba. No se escuchaban los ruidos que debía provocar su padre al estar moviendo las cosas.
-Papá ¿estás bien?
Como repitió varias veces la pregunta sin obtener respuesta, corrió hacia donde lo había visto desaparecer. Conforme avanzaba sentía que la garganta se le iba cerrando. La irreconocible voz de su padre le provocó un sobresalto.
-Tito, aléjate… Era una trampa.
Lo encontró tendido de espaldas, agitando sus extremidades y víctima de tremendas convulsiones. Un torrente de espuma blanca escapaba por su boca.
-Tu madre tenía razón, debimos ser más cuidadosos.
Tito se debatía entre el dolor de ver a su padre moribundo y la angustia de sentir que también él comenzaba a sufrir los efectos del veneno. César, a punto de desfallecer, apenas alcanzó a expresarle su última voluntad.
-Vete de aquí y no vuelvas nunca a este maldito lugar. A partir de ahora serás el responsable de la familia. Cuida a tu madre y a tus hermanas. Diles que mis últimos pensamientos fueron para ellas y que me perdonen por haberles fallado. ¡Vete!
-No papá…
-¡Vete!
Tito se alejó tambaleante, sintiendo el ardor que le quemaba por dentro. A duras penas alcanzó a salir de la bodega pero segundos después sus ojos, cocidos por el ácido, dejaron de servirle. Sumido en la oscuridad, presa del terror y totalmente desorientado, vagó en círculos hasta que las fuerzas le abandonaron.
Roxana encontró su cuerpo casi deshecho al día siguiente. Conocía muy bien lo que había causado ese daño y el dolor la desgarró por dentro al imaginar el terrible tormento que su idolatrado hijo había padecido antes de morir. De su esposo no encontró rastro, lo que confirmaba lo acontecido.
Regresó a su casa sintiendo una profunda depresión.
-La tragedia ha vuelto a repetirse. Ay naturaleza ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué permites que tengamos hijos para luego hacernos atravesar por el dolor de verlos partir prematuramente? Perdí a mi Tito. El era la luz de mi vida. En él cifraba mis esperanzas de perpetuar mi estirpe. Ahora todo acabó. ¿Qué sentido tiene el buscar otro compañero y ser feliz unos días, si en nuestro destino está escrito que volveremos a pasar por esto?
Pasó semanas ansiando que la muerte llegara a liberarla de persecuciones y sufrimientos. Hasta que tocó fondo y recapacitó. Comprendió que la vida debía continuar. Que sus hijas también merecían una oportunidad de ser felices. Recobró los ánimos y retornó a la rutina diaria. Al cabo de los días establecieron contacto con otra comunidad y pronto surgieron varios pretendientes para sus agraciadas muchachas.
III
Precisamente la noche en la que llega el desenlace de esta historia, Roxana se vio obligada a salir. Los vecinos las habían invitado a comer el día siguiente y ella quería llevarles un obsequio especial. Rossy, su hija mayor, le había comunicado la invitación, y aunque no le explicó el motivo, Roxana había notado las intensas miradas que su princesa se cruzaba con el apuesto primogénito de la otra casa.
El tiempo apremiaba y ella registraba sin mayores precauciones.
-Cómo pude olvidar el regalo. Son una buena familia. Debemos quedar bien con ellos...
Por un nefasto designio ella buscaba en el baño, justo cuando el dueño de la casa sintió la necesidad de aliviar su vejiga a punto de reventar.
El encuentro fue inevitable.
Él, para no despertar a su esposa, caminaba descalzo y a oscuras. Ella, en su loca huída, trepó por su pie. El roce de las patitas sobre su piel desnuda le provocó un sobresalto que terminó de despertarle.
Él, aguzando sus sentidos, observó a la cucaracha inmóvil en una esquina. Buscó a su alrededor pero no encontró algo que pudiera servirle de arma, así que sigilosamente salió de allí.
En menos de un minuto regresó aferrando un zapato.
Quien sabe por qué, el bicho había dejado ir una oportunidad de oro para escapar y seguía en el mismo lugar.
Él avanzó despacio y alzando el brazo, lo dejó caer con fuerza.
El estruendo interrumpió la quietud de la noche y se escuchó el crujido del pequeño cuerpo al ser aplastado.
Él hizo un gesto de asco al observar la blanquecina sustancia que había impregnado la suela.
Su esposa, disgustada por el abrupto despertar, le gritó.
-¡Braulio, regrésate a dormir! Deja de armar tanto ruido por una simple cuquita.
Y aquí voy, de regreso a mi cama, acongojado por una interrogante que me impedirá pegar los ojos por el resto de la noche.
Preguntándome si Dios, Creador de la vida, aprobará lo que acabo de hacer.
Si mi última víctima era simplemente una cucaracha asquerosa, o si como nosotros, habrá tenido una familia, un sueño y una historia que contar...
lunes, 17 de mayo de 2010
Haciendo mal las cuentas
Las cuentas nunca fueron su fuerte, si se pudiera vivir de eso, el hubiera preferido escribir cuentos. Pero como tantas veces en el sendero de la vida, un soplo del destino lo llevo de rescatar vidas (lo que era su sueño de infancia) a rescatar empresas en problemas. Muchos se preguntarán, ¿cómo alguien que no es capaz de cuadrar ni su propia chequera, ha sido capaz de enderezar las cuentas de grandes empresas en dificultades? Vaya usted a saber. Hay respuestas que escapan al alcance de este pobre escribidor. El hecho es que Narciso ha pasado más de 30 años trabajando para mantener a un montón de personas, y ahora que las arrugas se hacen cada vez más difíciles de atacar en la diaria tarea de rasurarse, comienza a preocuparse sobre lo que será su vejez. Sin embargo, no cae en la desesperanza. Sus hijos mayores ya pueden ser auto suficientes. Aún quedan dos en la universidad, pero les falta poco para salir. Salir a cosechar lo que su padre ha sembrado y cuidado con tanto esfuerzo.
Su nueva esposa constantemente le reclama porque, en su afán de ser justo con aquellos que dejó en pos del que aún cree que es el amor de su vida, no logra romper ese cordón umbilical que le ha llevado (es justo decirlo) a comprar la felicidad de la primera familia. En su mente acostumbrada a elaborar balances, concluyó que el vacío del abandono se podía rellenar con rutilantes monedas. Vale reconocer que el reclamo de su esposa actual es justo. Están los hijos pequeños. Aquellos que aún tienen un largo camino que recorrer para que estén en capacidad de ganarse la vida.
En los momentos en que lo único que ve en su estado de cuenta es nada, Narciso a veces cae en la tentación de cuestionarse si habrá tomado las mejores decisiones. ¿Qué hubiera pasado si no se deja llevar por el orgullo y hubiera tomado una parte de la herencia que su arrepentido padre le había dejado? ¿Qué hubiera pasado si no atiende el llamado del amor que tocó a su puerta por segunda vez? ¿Qué hubiera pasado si hubiera hecho caso a las insinuaciones de aquella millonaria salvadoreña? ¿Qué hubiera pasado si aguanta un poco más los desplantes de aquellos que se decían llamar sus socios y amigos y no toma las de Villa Diego para atender la oferta del nuevo trabajo?
Demasiadas preguntas en un entendimiento tan limitado como el suyo.
Lo único cierto es que su estado de cuenta está vacío. Tan vacío como a veces percibe que es la existencia a su alrededor.
Si hay una palabra que le hiere, es “egoísta”. Desde su punto de vista, cuando ha sido necesario ha acudido en auxilio de otras personas. Esa dadivosidad lo ha llevado a recibir aquella frase que su esposa le lanzó en una de sus frecuentes peleas:
-¿Cómo te atreves a decirme que cuando te vayas vas a dejarme todo? Narciso, por si no te has dado cuenta, tú no tienes nada. Nosotros no tenemos nada.
Nada. Nada. Después de treinta años de matarse trabajando, no tienes nada. Esa nada que hoy se refleja en el papel que te ha enviado el banco.
Pero allí están tus hijos que ya trabajan. No puedes concebir que hoy, que por primera vez vas a acudir a ellos para pedirles un préstamo temporal que te permita pagarle la pensión a tu ex-esposa y bajar así esa cadena de reclamos y presiones con los que te han atormentado en los últimos días, vayan a voltearte la espalda. Llevas treinta años trabajando para ellos, llevas treinta años poniéndolos como la principal prioridad en tu distribución del dinero. Ellos te conocen mejor que nadie. Saben que eres una persona correcta, honrado y que jamás te has quedado con aquello que no es tuyo.
Con esa confianza escribiste el mail a tu hijo mayor. Allí le indicas que dado el grave estado anímico que atraviesa su madre por el atraso que has tenido, que por favor te preste esa suma y que tú se la devolverás en cuanto te paguen.
Por eso te niegas a aceptar lo que tus ojos te trasmiten. La respuesta es tan lacónica como un puñal traspasando tu corazón
-Prefiero no meterme en los asuntos de ustedes. Ella puede esperar.
Apagas la computadora.
Te levantas y abres la puerta. Nada puede extrañarte ya. Ni siquiera observar que en dónde hace unos minutos florecía tu jardín, ahora no queda nada. Nada de nada. Das ese paso que siempre temiste y te fundes en aquello que con tanto afán te perseguía.
Visiones
Amor. ¡Cuántas locuras se cometen en tu nombre!
I
-Está finalizando el cuarto cielo y veo enormes pájaros que rugiendo vuelan con las alas rígidas en la oscuridad de la noche. De sus vientres caen enormes huevos que al tocar la tierra, arrasan con todo lo que hay alrededor. ¡Fuego! Es mucho el fuego que consume los poblados. Los muertos son incontables. Hombres, mujeres, niños, animales y plantas han quedado irreconocibles por el fuego. ¡No! ¡No deseo seguir acá!
El anciano, cubierto por un manto blanco que apenas disimulaba su extrema delgadez y con la cabeza cubierta por un tocado de plumas de colores tornasoles, comenzó a estremecerse y cayó desvanecido. Dos jóvenes corrieron hacia él. Mientras una le refrescaba la frente con un paño, la otra comenzó a darle de beber de una jícara. Luego lo recostaron con delicadeza.
No sólo ellos se encontraban en aquella cueva, apenas iluminada por dos chispeantes fogatas y en cuyo fondo, indistinguible por las tinieblas que dominaban el lugar, se escuchaba el murmullo de una catarata. Un muchacho, ataviado con un taparrabos y arrodillado sobre una estera, dibujaba extraños signos con los dedos manchados de pinturas de vivos colores. Una de las jóvenes sonriendo le preguntó.
-Coyote azulado, ¿entendiste lo que dijo el hechicero?
El aludido, limpiándose los dedos con las piedras, respondió casi en un susurro
-Mi trabajo no es entender lo que él dice, sino ponerlo en nuestras crónicas. Pero si me permites opinar, sus visiones me asustan. ¿Será que esa bebida que toma le abre las puertas hacia esas otras dimensiones y le permiten ver tantas tragedias? ¿Cómo sabremos si lo que él dice está ocurriendo en otro de esos mundos que refulgen en el cielo, o si en realidad es nuestro futuro?
II
Los temores de Coyote Azulado le acompañaban a todos lados. Cada noche preguntaba a la Diosa Luna por qué le habían escogido a él para escuchar las terribles profecías de Lengua de Víbora. Profecías que luego debía esculpir en piedra para que sus sucesores pudieran corroborar los hechos. Gracias a su oficio, varias veces había podido ver a Garra de Jaguar, el gran jefe de la tribu que gobernaba un territorio que llegaba hasta dónde el mar color turquesa se perdía en la lejanía. Al divino Garra de Jaguar no lo podía ver el pueblo. Pero el gran jefe estaba obsesionado con la construcción de la pirámide desde donde emprendería el regreso a las Pléyades que se dibujaban en el firmamento cuando hubiera concluido su misión en la tierra. Y para que las futuras generaciones confirmaran su poder y origen divino, había ordenado que todas las visiones de Lengua de Víbora fueran perpetuadas en piedra por el artista más notable de la región. Escogieron a Coyote Azulado, que desde niño se adentraba en el bosque y regresaba con portentosos dibujos de lo que había observado allí.
-Es un gran honor el que te confieren- dijo su madre, la mujer más obesa de la tribu, de quien las malas lenguas decían que había aplastado a su marido en una fogosa sesión amatoria, y a quien, desde que había quedado viuda, ningún pretendiente se había atrevido a cortejar.
Al joven quinceañero no le quedó más que obedecer.
A Lengua de Serpiente lo atendían dos doncellas. Cervatilla Veloz y Fuego de Amanecer. Cervatilla Veloz era de baja estatura, morena y de sonrisa esquiva. Casi nunca le dirigía la palabra a Coyote Azulado. En cambio Fuego de Amanecer, parecía la personificación de alguna divinidad en la tierra. Alta, de cuerpo esbelto y reluciente cabellera azabache, iluminaba con su mirada y seducía con su amabilidad. Desde el primer momento, Coyote Azulado cayó prendado ante sus encantos y comenzó a soñar con hacerla suya. Pero había un inconveniente. Garra de Jaguar la tenía destinada a ser concubina de Águila Blanca, su hijo mayor y futuro gran jefe…
La entrada a la cueva sagrada estaba totalmente prohibida. Sólo el vidente y sus ayudantes podían ingresar allá. Ni siquiera Garra de Jaguar se atrevía a desobedecer esa orden por temor a que muchas desgracias cayeran sobre la tribu. Eso fue aprovechado por Fuego de Amanecer y Coyote Azulado para convertirla en el mudo cómplice que presenciaría cómo ese tímido amor emergía de su capullo. Una tarde que Cervatilla Veloz salió a buscar una yerbas, los jóvenes degustaron las delicias de su primer beso. Tal vez la magia del lugar conspiró para que sus corazones se llenaran de valor y se juraron que vencerían todos los obstáculos con tal de envejecer juntos.
III
Como las visiones de Lengua de Víbora eran cada vez más apocalípticas (guerras, inundaciones, pestes) Garra de Jaguar ordenó que Coyote Azulado las siguiera tallando a escondidas en la gran piedra del futuro. Temiendo que con su sola proximidad, pudiera ser contaminado, el gran jefe no siguió llegando al cobertizo para supervisar el avance del trabajo.
Lengua de Víbora cada día se debilitaba más, pero se obstinaba en continuar, llevado por el ansia de desentrañar lo que los dioses develaban ante sus ojos.
Coyote Azulado y Fuego de Amanecer contaban cada día que pasaba con creciente temor. Pronto ella llegaría a la edad señalada por la tradición para que Águila Blanca, la hiciera suya.
IV
La sesión de ese día había sido particularmente difícil. Lengua de Víbora había visto los últimos kines del decimotercer bactún. Su expectativa era tan grande que quería continuar a la mayor brevedad. Sin embargo Coyote Azulado le convenció que esperara. Plasmar en la dura piedra toda la información que le habían dado le tomaría al menos una luna (lo que no confesó era que ese era el tiempo que necesitaba para completar los preparativos de huída con su amada). Lengua de Víbora aceptó a regañadientes.
A sabiendas que el jeroglífico que cerraba el decimotercer bactún sería el último que pondría en la piedra del futuro, Coyote Azulado, fue labrando los últimos de manera que el monumento no se viera inconcluso. Él sabía que hasta allí llegaría su obra, y como todo gran artista, quiso rematarla de la mejor manera.
Esa noche, la selva se tragó las siluetas de dos jóvenes que huían, dispuestos a todo, en nombre de su amor. Los guerreros enviados por Garra de Jaguar regresaron con las manos vacías. Como la pirámide sin la piedra del tiempo se vería inconclusa, el gran jefe decidió que la pusieran tal y como la había dejado Coyote Azulado. Su historia se perdió en las telarañas del tiempo, conforme los últimos miembros de la tribu fueron extinguiéndose.
Epílogo
Mil trescientos años después, millones de habitantes en el mundo esperan con temor el 21 de diciembre de 2012. Científicos, antropólogos, new-agers, videntes y charlatanes esgrimen diferentes teorías para tratar de prever lo que pasará cuando llegue el día. Como nadie ha encontrado una razón por la cual ese antiquísimo monumento de piedra, que ahora es conocido como el Calendario Maya, termina precisamente en esa fecha, han concluido que los mayas, en su inmensa sabiduría, calcularon que hasta allí llegaría nuestra era.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Dos Erres
Los huesos están alineados, como los verdugos los colocaron a la orilla del pozo.
Cientos de hombres, mujeres, niños. Niños. Incontables niños.
Futuros truncados, sueños abortados. Arbustos sin fruto.
Destinos fundidos en aquel baño de sangre.
Perdón y olvido.
No me pidan perdón y olvido
Que otros perdonen para liberarse de su carga del dolor. Que otros olviden para ver hacia adelante.
Yo no quiero.
Déjenme con mi miseria y mis traumas.
Déjenme empantanado en los recuerdos de mi niñez con mi madre y mis hermanos.
Déjenme con este odio, el combustible que me ha hecho sobrevivir.
Déjenme seguir en esta lucha estéril porque se haga justicia.
Déjenme si quiero morir amargado.
Déjenme
sábado, 1 de mayo de 2010
Desubicado
Dios mío (si es que existes) respóndeme ¿Qué putas hago aquí? Si mi madre me viera. Ella que me cree poco menos que un ángel venido del cielo. Esto me saco por metiche. Un infeliz desubicado buscando que lo acepten. Que lo vean como uno del grupo. ¿Por qué tenían que leer ese “Manifiesto por la Revolución” que escribí desesperado y al calor de un par de tragos? Ni modo. No hay marcha atrás. Siento la espalda empapada. Mi mano izquierda sujeta la derecha y ésta a la metralleta, pero ni aún así logro controlar el temblor. Dejémonos de bravuconadas ¡Estoy que me cago! Los retorcijones me agitan como si me hubiera tragado una batidora que se hubiera conectado adentro. Siento la boca seca, seca, sequísima, saturada de un inmundo sabor a cobre. Si fuera pegado a la puerta me lanzaría al asfalto; si el golpe no me mata, ellos me rematarían. Sé demasiado. Sé a dónde vamos y a qué. Quisiera ser optimista, pero no hay forma de que esto acabe bien. Sólo a estos locos se les pudo haber ocurrido. Casi me atraganto cuando en el Pecos me dijeron su plan.
-Lo tenemos controlado. Cada quince se va a cortar el pelo y no lleva custodios. Vos flaco. Sabemos que no has recibido el entrenamiento pero el compa que nos iba a acompañar se enfermó y te necesitamos. Hoy mostrarás tu compromiso con la causa. Tomá esta metralleta. Acá se quita el seguro. No vayas a apretar el gatillo porque se te va una ráfaga. Te bajarás con nosotros y vigilarás por si alguien se acerca. Cuando subamos con el rehén, te subís rapidito.
Siento que el peso de esta mierda es mayor que el de mi conciencia. El metal del cañón me produce escalofríos. No es el metal. Es el miedo. Maldito miedo. Ya te acostumbraste a apoderarte de nosotros. Siento cómo me rodeas y vas poseyendo cada parte de mí. Invades mi células, mis neuronas, mis vísceras y las dejas muertas, frías, silenciosas, desérticas. Sólo cuando triunfe la revolución lograré liberarme de tí. Por eso urge que las cosas cambien.
Seamos sinceros, el sufrimiento del pueblo me vale madre. Lo único que a mi me interesa es el bienestar de la mía. Mi madre. La pobre se reventó trabajando en casas ajenas y así fue como logró darme estudio, techo y comida. No es tan vieja, pero el trabajo la tiene acabadísima. Y ahora, que la han exprimido como trapeador, la echaron para contratar a una trabajadora más joven. La lanzaron a la calle sin darle un centavo, ni siquiera las gracias por los veintitantos años que trabajó con ellos. Como somos pobres, nadie mueve un dedo por nosotros. Nadie piensa en nosotros o en nuestro derecho a tener una vida digna o al menos una digna retribución por nuestro trabajo. Por eso escribí mi “Manifiesto por la Revolución”. Y a causa de mi ímpetu ahora los compas quieren que pruebe con hechos, lo que puse allí.
Estamos rodeando la Plazuela. Tal vez por la hora, tal vez por el día apenas si se ve gente.
Pasamos despacio frente a la peluquería
-Ya abrieron, pero aún no ha llegado. Avancemos un poco. Que no se de cuenta que lo estamos esperando.
¿Y si hubiera cambiado de plan? De pronto su esposa le pidió un mañanero y ahora están empiernados mientras nosotros, partida de imbéciles, esperamos acá. Han pasado diez minutos y nadie habla. En la Panamericana pasan el acostumbrado programa de jazz. Se me durmió una pierna. Si algo falla y tenemos que correr, me las voy a ver a palitos. Palitos, palotes, árboles. Cuántos árboles quedan en esta zona. Si los árboles pudieran hablar y contarnos todo lo que han visto. Cuántas falsas promesas de amor dichas al abrigo de sus sombras en estas bancas desvencijadas. Amor, amor, amor. ¿Cómo será estar enamorado? Unos dicen que es como estar en el paraíso, otros que es un infierno. ¡Y aún dicen que los humanos no somos contradictorios! Algún día, algún día el amor tocará a las puertas de mi corazón (que cursi me escuché, ojalá que ninguno de estos locos pueda leer el pensamiento porque un revolucionario de verdad no puede permitirse decir algo así).
-Ahí viene muchá. Es el del carro negro. Colocho acelerá, atravesale el carro antes de que cruce.
Rechinido de llantas, gritos.
-Gringo mula no corrás. ¡Stop! ¡Stop!
Puta se nos quiere escapar
¡Flaco detenelo!
(Corazón a pleno galope. Dedos cobran vida propia. Ta ta, ta ta ra ta ta; ta ta, ta ta ra ta ta.)
-Sos un imbécil. Sólo nos lo queríamos llevar. ¿Por qué tenías que dispararle? ¿Tenés idea del clavo en el que nos has metido? Dejá de llorar, asumí las consecuencias de tus errores.
Colocho, por favor, no en la cara. Quiero que a mamá le quede un buen recuerdo de mí.
Mamá. Te amo. Perdóname por dejarte sola.
¡Viva la revolución!
Ta ta, ta ta ra ta ta; ta ta, ta ta ra ta ta.
* * * * *
John Gordon Mein
From Wikipedia, the free encyclopedia
Ambassador John Gordon Mein (September 10, 1913-August 28, 1968) was the first United States ambassador to be assassinated while serving in office.
He served as the Ambassador of the United States to Guatemala (1965-68). Ambassador Mein was shot by Guatemalan rebels belonging to the Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) one block from the US consulate on Blvd. La Reforma on August 28, 1968.
He is buried at Rock Creek Cemetery, in Washington, DC.
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