viernes, 6 de mayo de 2011

MARILYN FOREVER


Ocupas el lugar de siempre. Una mesa medio oculta en el extremo del lugar. Como siempre, te acompañan una humeante taza de café y el cigarrillo a medio consumir. Afuera llueve. El frío se cuela por las rendijas de las mal ajustadas ventanas. Frente a tu mesa, dos reflectores iluminan una añeja fotografía de la eternamente joven Marilyn que, con gesto picaresco, repite su invitación a acompañarla a la alcoba.

A tu alrededor se encuentran los parroquianos habituales: encorvados, canosos y arrugados. Cada vez se ven más sillas vacías. Pertenecen a los que emprendieron el camino sin retorno. Reflexionas que cuando el último se marche, y sólo quede ella, tendrán que cerrar el lugar.

Marilyn, la única mujer en el lugar. No se necesitan más. Ella sola podría satisfacerlos a todos. Puedes dar fe por las noches de pasión que han pasado mientras recorrías su cuerpo de ensueño. Sin embargo, a pesar de esas inolvidables veladas, has decidido dar el paso. Respiras profundo, para llenarte por última vez de ese inconfundible aroma a Chanel, y dejas escapar el torrente de palabras.

¿Cuántas veces lo hemos intentado? No sé tú, como dice la canción del Luis Miguel, pero ya dejé de contar. Seamos sinceros, lo nuestro no pasará de ser una aventura sexual. He poseído tu cuerpo, pero jamás tu corazón, mucho menos tus pensamientos. No te basta con tenerme medio loco, también tengo que aguantar que coquetees con cualquier estúpido que se cruza en tu camino. Tu falta de respeto a esta relación es insoportable. Por eso he decidido romper este cordón umbilical que más parece un gran equívoco de Dios.

Conozco tu costumbre en los momentos importantes. Cómo te encierras en este mutismo que desespera. Sabes que dejarme hablar sin responder a mis provocaciones, termina por sacarme de mis casillas. Pero esta vez no caeré. Te conozco desde el pelo hasta la punta de los pies, como ha declarado Arjona, y estoy preparado para el definitivo adiós.

Tus lamentos no lograrán convencerme. Tus promesas de evitarme esa decepción, que me invade al tenerte cerca, las depositaré en el cofre de las desilusiones. Allí guardo los billetes de un millón de pesos, el diseño de la casa en la playa y la foto del ferrari. Ni siquiera intentes volver a seducirme. Aún no se descubre el viagra que revitalice los sueños.

Para variar no dices nada. Mueves la cabeza sonriendo con ironía. Me recuerdas una vez, en el desierto, cuando paralizado de miedo veía la cascabel a punto de morderme. La maldita sólo agitaba la lengua, mientras balanceaba la cabeza buscando el mejor ángulo para morderme.

Tus mordidas me sorbieron los sesos. Pensaba en ti día y noche. ¡Por ti hubiera dado la vida! Hoy se acabó. Ya no te amo, tampoco temo perderte. ¿Cómo se puede perder aquello que jamás se ha poseído? Lo último que me ataba a ti, se disipa con el humo de mi cigarrillo. Mira a tu alrededor, tus fans, al igual que mi arrobamiento, se están desvaneciendo. En unos años serás sólo polvo, al igual que yo.

Estás sorprendida. No trates de negarlo. Lástima que la cámara no pueda captar el asombro en tu gesto, ni el close up revele que ya no eres tan joven como pretendes aparentar.

Se hace tarde. Amiga, llego el momento. En diez segundos alcanzaré la puerta marcada “salida”, aquella que conduce al boulevard de los sueños rotos, el mismo en que se inspiró a Sabina. Te quedarás aquí, preguntándote en qué fallaste, por qué no pudiste retenerme. Sabiendo que, aunque pase una eternidad, no volverás a encontrarme.

Pero no quiero que el asunto termine así. Nuestra aventura, que duró casi un cuarto de siglo, merece un brindis de despedida. Permíteme, traje una botella de tu champán favorito. A tu salud bella entre las bellas.

El cigarrillo se consumió.
La tormenta arreciaba.
Otra silla quedaba vacía.

Los reflectores secan rápidamente las indiscretas lágrimas que resbalaban por el rostro de porcelana de Marilyn. Ella dirige los ojos hacia la puerta de entrada y vuelve a asumir el gesto picaresco que embelesará al siguiente soñador.

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