lunes, 15 de octubre de 2012

A mi Hija del Lago


No te traje al mundo a sufrir,

porque el sufrimiento ya venía contigo.

Está impregnado en cada letra de tu nombre.

En cada suspiro que lanza al viento una parte de ti.

No te traje al mundo a ser admirada,

tu destino no es ese.

Tú viniste a enseñarnos que siempre hay una oportunidad de crecer.

A retar aquello en lo que creemos

a ayudarnos a comprobar que siempre hay otra manera de ver las cosas.

Esas pequeñas cosas que pueden generar grandes cambios.

Hoy que por fin te presentaré al mundo quiero que sepas que lo hago con temor.

Porque te formé con partes muy íntimas de mi ser.

Por eso no quisiera que nadie te lastime.

Porque el dolor que te causen, será también mi dolor.

Pero tenía que llegar la hora de entregarte al mundo.

Cómo quisiera que te comprendan, te respeten y te aprecien.

Si ese no fuera tu destino recuerda que puedes volver a mí.

Yo te arrullaré como lo hice tantas noches mientras te daba forma.

Adiós mi querida Hija del Lago
De corazón espero que los dioses te sean propicios.

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