viernes, 4 de marzo de 2011

Dilema


Aún recuerdo cuando, estrechando tu cuerpo desnudo contra el mío, entre sollozos revelabas aquella amarga confesión:

-Te amo más que a nada en el mundo, pero lo nuestro nunca podrá ser. Mi padre me prometió a uno de los suyos.

Desde aquel día, mi vida perdió sentido. La rabia que circulaba por mis venas impidió que nuevos amores anidaran en mi corazón.

Estudiando economía me enrolé en el movimiento. Canalicé mis frustraciones liquidando a los malditos que, no sólo nos han explotado por siglos, sino que disponen de nosotros a su antojo. No encontraba placer más grande que mirarles, a mis pies, desangrándose y en los estertores de la agonía, segundos antes de pegarles el tiro de gracia.

Mi reputación transcendió fronteras y me pidieron ir al Salvador. Necesitaban que los ayudara con el presidente de la Asociación de Cafetaleros. Averiguamos que esa sanguijuela acostumbraba ir sin escolta a la sinagoga, así que montamos el operativo cerca de una rotonda, en donde forzosamente tendría que frenar. La compañera Susana aceptó atravesarse y simular que la había atropellado.

Jamás olvidaré ese día. Todo salió a pedir de boca. En el momento que el imbécil bajó a auxiliarla, aprovechamos para coserlo a balazos. Entonces, a través de la puerta abierta del carro, observé los horrorizados ojos de su esposa. Unos ojos que conocía muy bien.

Tanto como conocía la consigna: No podíamos dejar testigos.

2 comentarios:

  1. El dilema es ¿a quién debía ser fiel?

    ResponderEliminar
  2. Estos temas tan difíciles de comprender para mi. Sin embargo, es sorprendente cómo capturas mi atención con tu fina pluma. Me encantó!!!! Eres un excelente escritor.

    ResponderEliminar