sábado, 19 de marzo de 2011

Si lo hubieras sabido


Llegó el vienes. Con emoción apenas contenida, apagas la computadora y te despides de tus compañeros. Quisieras gritarles -¡Hasta nunca esclavos!- Pero te refrenas. Llevas contigo la laptop para no dejar pistas. Ninguno sospecha que, en unas horas, una cuenta en Barbados engrosará significativamente.

Todo comenzó cuando te ganaste la confianza de Chepe, el contador. Habías rastreado sus frecuentes visitas a los sitios porno, entonces lo invitaste a leClub. El insignificante hombrecillo perdió la cabeza con las mujeres que conoció allá. En quince días acumuló deudas que no pagaría con sus salarios de un lustro.

Entonces le propusiste cubrirlas con dinero de la cuenta confidencial de la compañía. La cuenta no aparecía en libros y se nutría con negocios que oficialmente no existían. Los jefes confiaban tanto en él, que hasta contaba con clave para accesarla electrónicamente. Chepe también preparaba el reporte con los movimientos del mes. Al fin y al cabo, le insinuaste ¿qué significaban cien mil pesos en ese ir y venir de millones? Además tú lo cubrirías. No sólo eras el encargado de informática, también su único amigo en la compañía.

En tres meses, los cien mil se convirtieron en medio millón. Chepe era ahora don José y presumía sin recato de su bonanza. Para entonces ya conocías la clave.

José Urrutia abrió una cuenta en Barbados (escogiste un conveniente homónimo de Chepe, tus habilidades sirvieron para falsificar los papeles de identidad). El siguiente paso fue programar el sistema para que el sábado 19, a las doce de la noche, efectuara una transferencia automática de diez millones de dólares. También compraste un pasaje en el vuelo 319 de Copa para el domingo 20. Sabías que el lunes, al descubrirse el asunto, estarías lejos, demasiado lejos para oír los lamentos de Chepe, cuando los jefes lo torturaran buscando que les devolviera el dinero.

Celebraste toda la noche. En medio de la vorágine de licor, putas y coca, gritabas que la vida era bella y había que disfrutarla. Estabas tan entusiasmado, que tu ego te traicionó. Entre un enredo de piernas, tetas y culos al aire, alzaste la botella de champán y gritaste -¡Soy millonario! ¡Ni siquiera Dios puede evitarlo!-

Saliste de leClub a las 5 de la mañana. Estabas por subirte al carro, cuando una anciana vendedora de periódicos, con mano temblorosa, te ofreció uno. Te sentías generoso y lo compraste. Lo metiste en el maletín de la laptop sin siquiera verlo.

Es el domingo 20. Estás cómodamente sentado en un sillón de primera clase del vuelo 319, con destino a Panamá. Son las dos de la tarde. Llevan media hora en el aire. El cielo se ha oscurecido. Atraviesan una zona de turbulencia, encienden las luces de abrocharse los cinturones. Apagas la laptop. Cuando estás guardándola, ves el periódico que adquiriste a la salida de leClub. Lo abres para leerlo.

El titular atrae tu mirada. Incrédulo buscas la fecha. Es del lunes 21. Las grandes letras de la portada te cortan la respiración: Tragedia aérea. Vuelo 319 de Copa se estrelló ayer. No hubo sobrevivientes.

El zumbido del despertador te hace pegar un brinco. Aún medio dormido se te escapa un suspiro de alivio. Recuerdas que hoy es sábado 19, no tienes que correr al trabajo.

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