miércoles, 13 de abril de 2011

El Regalo de la Bootsie


Nos tomó meses recuperarnos de su partida. Había sido uno de los veranos más calurosos que se tenía memoria y dejábamos la puerta abierta para ventilar la casa. Muy ajenos estábamos que el clima despertaría en la Bootsie el deseo de responder al llamado de un anónimo don Juan callejero.

Bautizamos así a nuestra gata porque sólo la parte inferior de las patas delanteras, es blanca, el resto de su cuerpo es de un reluciente azabache. Como es menuda y su pelo sedoso, despierta un incontrolable deseo de acurrucarla. A mi esposa le encanta llevarla a la cama. Sin moverme, y con los ojos fijos en el techo, tengo que aguantar el ronroneo que antecede a sus sueños.

Varias veces discutimos la conveniencia de operarla para que no quedara preñada, pero desistíamos razonando que era muy pequeña.

-Además- decía ella -has visto que no le gusta salir ni al jardín. ¿Cómo vas a creer que le pase algo?

Ignoramos la fuerza del llamado de natura y pagamos las consecuencias de ello. El don Juan callejero la sedujo con su romántico maullido y nuestra niña abandonó al hogar persiguiendo al amor.

Tres meses después, así como se había marchado, reapareció rascando la puerta. Cuando sucedió no estábamos en casa y Silvia, la señora que nos ayuda con el oficio, llamó emocionada a darnos la noticia.

En el camino de regreso paramos en PriceSmart. Queríamos agasajar a la hija pródiga y le compramos latas de comida especial. Recordé la famosa parábola y, aunque fuera una gata, comprendí la reacción de aquel padre al enterarse de la vuelta del retoño desaparecido.

Cuando llegamos, Silvia nos indicó que estaba escondida debajo de una mesa que tenemos en el estudio. Esa mesa la conocemos como la mil usos, porque nos saca de apuros cuando necesitamos un lugar en dónde colocar algo. Es un mueble viejo que mi esposa heredó de su abuela. Miles de veces he prometido que lo volveré a barnizar, ofrecimiento que ha terminado en el archivo de los pendientes, a realizar si la profecía maya no se cumple el año entrante.

Si fuera por mí, hace rato estuviera en la basura. Sus patas, largas y delgadas están medio carcomidas por la polilla. Para disimular su estado, la cubrieron con una manta verde que llega hasta el piso -para que no se vea tan fea- dijo Silvia. La veo y me pregunto ¿Se habrá visto al espejo cuando sale los domingos? Con la masa de maquillaje y toda apretada para que no se le noten las lonjas,

Apagamos la luz y nos acercamos de puntillas para no asustarla. Oíamos sus maullidos debajo. Mi esposa levantó el cobertor, y en ese momento descubrimos la magia oculta debajo de la mesa.

¡Allí estaba la Bootsie amamantando a cinco gatitos!

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