martes, 5 de octubre de 2010
Cutler's backyard
Jamás imaginaron que su infamia sería descubierta
Que sus experimentos con aquellos seres inferiores, con apariencia de humanos, fueran a molestar a alguien.
Ellos, que ante el mundo se habían vendido como los "luchadores por la libertad", mancillaban la de otros en nombre de la ciencia. Tenían un noble propósito: que los humanos superiores (sus semejantes que habitaban el norte) pudieran disfrutar de su sexualidad sin preocupaciones.
Para ello esos émulos de Menguele tomaron a nuestros hermanos: los loquitos, los prisioneros, las prostitutas (hermanos con quienes compartimos herencia de sangre, rechazo y marginación) y les inocularon el virus que acabó con Beethoven. Tomaron nota, en un ambiente controlado, de cómo la enfermedad los corroía por dentro. De cómo los nuevos antibióticos triunfaban o se doblegaban ante ella.
Lo que el viento se llevó fue una macabra sinfonía de sollozos y lamentos.
Sucedió hace 64 años. Pero la rabia y la impotencia no me permiten aceptar que lo dejemos en el olvido. La llamada del representante del Imperio me revuelve las entrañas. ¿Por qué?
¿Por qué siempre nos han utilizado?
¿Por qué a nosotros nos toca poner la sangre, el sudor y las lágrimas?
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