¿Cómo
pedirte que recuerdes aquellas cartas escritas hace cuarenta años si nunca tuve
el valor de enviártelas?
¿Cómo
pedirte que recuerdes los lamentos de este corazón que latía solo por ti y que
sin querer destrozabas día a día?
Anoche te soñé. Soñé que estábamos sentados en la
grama, escuchando a Luis Galich y su inmortal “Vuestros pies”. Entonces recordé
que nuestros pies jamás estuvieron juntos en la arena. El estremecimiento de mi
cuerpo, en la soledad de este lecho que nunca compartimos, tiñó de melancolía
el lluvioso amanecer de tu cumpleaños.
–Felicidades angelito.
–Dije sacando una sonrisa del morral de máscaras que desde que dejé de
verte me acompaña. Y aquella estúpida canción invadió mis pensamientos “Que
seas feliz, aunque no sea a mi lado. Aunque no sea a mi lado, quiero que seas
feliz.”
¿Será posible que luego de más de medio siglo vagando
por este mundo que no comprendo, viviendo una vida que no es mía, aún no haya
aprendido la lección? ¿De qué sirvió esforzarse por hacer felices a los demás si
terminé solo, abandonado, elaborando fantasías para llenar una existencia sin
sentido?
Miento. Mi vida tuvo sentido porque te conocí. El que
nuestros caminos se cruzaran fue mi delirio y mi tormento. Si pudiera volver a
verte no me atrevería a romper el hechizo de jamás haber saboreado tus labios. Me
bastaría con arrodillarme para besar las huellas de tus pasos. Ya que el sólo
recordar tu nombre hizo que valiera la pena el viaje.
No temas.
Hoy no habrá reproches ni amargos recuerdos de lo que
pudo ser y no fue. Hoy es tu cumpleaños, y cómo no sé en dónde estarás, quise
escribirte estas palabras para ratificarte ese amor que alguna vez juré sería
eterno.
También te juro que ya no habrá más lágrimas.
Las últimas regaron aquel ramo de rosas blancas que
deposité ayer sobre tu lápida, que aún no terminaba de secar.
Estraordinario Braulio. Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn abrazo,