Aún
no me repongo de la sorpresa. Cuándo lo leí temprano, pensé que era una broma.
Luego de investigar un poco vine a descubrir que el último que se atrevió a
hacerlo ¡fue antes de la caída de Constantinopla!
¿Qué
pasaría por la mente de ese hombre tan férreo, a quien no le ha temblado la
mano para intentar barrer la porquería acumulada en tantos años dentro de la
congregación que le confiaron a su custodia?
Afirman
que la noticia tomó por sorpresa hasta a sus más allegados. ¿No es esa una
prueba de la soledad que le acompañaba, desde hace tiempo, en esa difícil
misión?
En
su discurso de renuncia afirmó que no se sentía con fuerzas…
Sin
querer recordé aquella súplica en el Monte de los Olivos, cuando su Maestro
flaqueó e imploró a su Padre que apartara de Él ese cáliz de amargura, pero que
haría lo que fuera Su voluntad.
En
su caso, cuántas oraciones habrán quedado sin respuesta, cuántas puertas se le
habrán cerrado, cuántas noches en vela habrá pasado buscando una solución, tanto
afán que le habrá llevado a confirmar que se ha quedado sin fuerzas… Sin
fuerzas para completar la misión que se impuso. Sin fuerzas para desenmascarar
a la oscuridad que se ha apoderado de su Iglesia y que les han llevado a
olvidar el mensaje fundamental de aquel que sufrió muerte de cruz para la
redención de los pecados.
Solo
él sabe cómo se marcha y solo Dios podrá pedirle cuentas. Hoy no puedo más que
reconocer su entereza por ese paso a un lado que está dando para cederle el
lugar a otro (que según Malaquías, será el último).
Afirma
que ya no tiene fuerzas, pero ha demostrado que tuvo el valor de reconocer los
pecados de la Iglesia y desenmascarar a varios lobos vestidos de ovejas que se
habían infiltrado en ella, eso le merece un reconocimiento especial.
Tal
vez no logró terminar la tarea pero lo que hizo es el inicio de un inevitable
cambio en la Iglesia, en todo lo que han enseñado. Ese cambio no se hubiera
podido dar si él no hubiera tenido el valor de hacer el trabajo sucio.
Ojalá
Dios nos enviara más Joseph Ratzinger al mundo.
Ojalá
que la Iglesia, sus ministros y fieles, salgan fortalecidos de esta prueba.