jueves, 27 de octubre de 2011
Testigo Protegido
―Guatemalteco, de treinta y nueve años, comerciante, digamos que casado.
―Sí. Estoy rindiendo esta declaración por mi propia voluntad aunque hasta la saciedad seguiré insistiendo que no estoy ni estuve involucrado en el asunto, yo no me meto con nadie, respeto lo que otros hacen con sus vidas y exijo el mismo respeto. Esa noche estaba solo en la casa. Hace rato que mi mujer y yo no convivimos como un matrimonio normal, todo por culpa de ese maldito que la tiene loca. Les suplico que borren eso, no tiene nada que ver con mi declaración.
― ¿Continuamos? Esa noche, como de costumbre, estaba borracho. Juro que pensé que esos gritos eran fruto de mi imaginación por eso no me asomé a ver qué pasaba.
―Ahora que lo preguntan, sí. Me pareció curioso que llegara ese carro de madrugada y que lo entraran al garaje. También que en los días siguientes sacaran algunos muebles.
―No. A la señora no la había visto en semanas. Ella se relacionaba poco con los vecinos. Si salía a caminar por las mañanas nunca lo noté.
―Mi relación con el esposo siempre fue fría. El tipo es un prepotente. Una vez me armó un gran escándalo porque los carros de unos amigos se parquearon enfrente de su casa. Ni siquiera estaban tapándole la entrada, pero estaba histérico porque decía que nadie podía usar su acera.
― ¿Cómo voy a saber si tenían problemas? Dígame usted ¿qué pareja no los tiene? Si yo tuviera las agallas ya hubiera arreglado lo del tipo que anda con mi mujer por humillarme de esa manera. Pero no soy de esos que solucionan las cosas con violencia, yo evito los problemas y acepto lo que está destinado para mí. Por favor, de nuevo necesito que borren lo anterior.
―Por desgracia me tocó vivir enfrente y terminar involucrado en un lío que no es mío. Suficientes problemas tengo para estar cargando con los de otros.
― ¿Eso es todo? Bueno. Entiendo que no tendré que comparecer ante el juez y que tampoco se mencionará mi nombre. Ese fue el trato.
―Gracias a ustedes. Que pasen un buen día.
―Espero que hayan grabado todo. Vuelvan a retroceder la cinta ¿Se dan cuenta de las pausas y el tono de voz? ¿Observaron cómo le cambiaba la mirada y le temblaban las manos cuando mencionaba el problema que tiene con su esposa? El tipo se preparó para venir con nosotros, pero por momentos el subconsciente lo traicionó. No creo que su declaración nos sirva, pero tengo el presentimiento que si no actuamos, pronto tendremos otro caso que resolver. Este tipo está tramando algo. Yo no me tragué esa actitud de resignación, ni su versión de la borrachera, es un lobo disfrazado de oveja. Quiere quedar fuera de este asunto para seguir con su plan. Domínguez, asigná a un investigador. No me perdonaría que a ella le pasara algo y que nosotros nos quedáramos de brazos cruzados. Rara vez se nos presenta la oportunidad de prevenir un crimen, no la dejemos escapar.
―Vos Ramiro, como cuate te aconsejo algo. No nos metamos en lo que no nos incumbe. Con franqueza voy a decirte algo, siento que estás obsesionado con el asunto y estás viendo micos aparejados por todos lados. Estoy de acuerdo con vos, el testimonio de este imbécil no nos sirve de nada, pero de eso a que él también quiera matar a su mujer, hay un mundo de distancia. Yo hago lo que vos mandés, para eso sos el jefe, pero como están las cosas acá, siento que tus premoniciones nos pueden costar el chance. Acordate que tu mujer está embarazada y vos te has dado demasiado color aquí, si te echan, va a ser bien difícil que consigás chance.
―Tenés razón. Este asunto me está volviendo loco. Gracias vos, no nos metamos en lo que no nos importa. Borren de la cinta todas las alusiones que hizo el testigo sobre su vida personal y al que abra la boca, ya sabe que se las verá conmigo. ¿Ya vieron qué hora es? Tomemos un breik. Los invito a Pollo Campero.
Nadie notó que la grabadora había seguido funcionando.
martes, 18 de octubre de 2011
Mal Sueño
Qué sensación más extraña. Ignoro si estoy dormido o despierto. Apenas reconozco mi barrio, pareciera que un tsunami lo hubiera arrasado. Claro que es una exageración porque estamos alejados del mar. Me cruzo con algunos vecinos pero me ignoran. Caminan ensimismados, con la mirada perdida, como si fueran zombis.
Me faltaba mucho para llegar a casa y subí a un tuc-tuc. Estas motocicletas, a las que se le ha adaptado un asiento doble atrás para llevar pasajeros, son la bendición de los pobres como yo. El piloto ni me preguntó a dónde ir, pareció leerme el pensamiento y comenzó a rodear el cerro.
Conforme nos acercábamos, sentí una inexplicable angustia, tanta que deseaba lanzarme del vehículo, pero un sentimiento extraño me retuvo dentro. El lodo era tan abundante que apenas permitía que avanzáramos, hasta que nos detuvo.
Al fondo observé varios carros de bomberos y mucha gente aglomerada. En donde estaba mi casa se veía un enorme promontorio de piedras y pedazos de árboles. Aún no salía de mi asombro cuando alguien gritó:
― ¡Ayuda! Encontramos a otro.
Muchos corrieron y cavaron afanosamente con improvisadas palas. Yo me acerqué a observar, en ese momento vi a mi esposa llorando, pero había tanta gente que no pude acercarme. Al cabo de unos minutos, sacaron mi cuerpo del fango.
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