viernes, 4 de mayo de 2012

APACIBLE VICTORIA

I
Era difícil reconocer en ese prisionero que yacía torturado en la mazmorra, a aquel estudiante que había encabezado las marchas de protesta en contra de la represión. Tirado en una esquina, con la respiración agitada, temblaba por la fiebre. Parecía esperar el inevitable desenlace que pondría fin a veinte años de desilusión.

II
Al abrir los ojos se encontró tendido sobre la hierba en un lugar desconocido. Escuchó el dulce murmullo de un arroyo y el trinar de los pájaros en la arboleda. Cuando intentó moverse, sus heridas le devolvieron a la realidad. Realidad que cuestionó cuando ella apareció a su lado.
(Se veía diferente a cuando la última vez observó su cuerpo inerte, perforado por la metralla, reclinado sobre el ventanal.)

-No te muevas tontito. Deja que te cure. Nos espera una eternidad para estar juntos.

Él cerró los ojos. Sus manos recorrían sus heridas dejándole una reconfortante sensación de alivio.

III
La puerta de la mazmorra se abrió de golpe para dar paso a dos gorilas de inexpresivos rostros y uniformes verde olivo.

Había llegado su hora.

Para esos matones sólo era un enemigo del régimen. Otro nombre que engrosaría la lista de desaparecidos. Venían preparados a someterlo por la fuerza, sólo que esta vez no hubo lucha, maldiciones o resistencia.
El joven los recibió sonriendo y sonriendo lo llevaron al encuentro que anhelaba.